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Mis brujitas
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 Article publié le 17 janvier 2015.

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(Matthew Hopkins, el Infame Cazador General de Brujas, de Inglaterra).

La postal me trae bellos recuerdos cuando, de joven, jugaba con las zagalas y pardalas a inquisidor del amor, y las acompañaba a la yeguada o a cuidar ovejas, a coger en el corral los huevos de gallina, o íbamos a nidos de pájaros, o a hacernos pajas en el pajar. Yo pensaba que los Inquisidores eran buenos hombres, generales de galeones del real culo o que servían como misioneros en los mares de la lujuria y el adulterio, hasta que vi esta postal e indagué en sus vidas, que, como las bestias, tenían un anca más alta que la otra, y eran hijos de la peor calaña, a cual más.

Así supe que España fue y es un vasto campo de Inquisición. Que es casi imposible encontrar un resquicio en su Historia Universal y Moderna sin hallar la sublime, cruel y asesina presencia de los Inquisidores. Hoy, está llena su página y tiene excesiva abundancia. Y no defraudan, haciendo favor a todo su fervor cuadrúpedo que, quizás por eso, merece el aprecio de muchos hombres y mujeres que les siguen y votan cual jumentos que romancean entre el crimen, el fraude, el robo y el perdón.

Estos energúmenos, los Inquisidores, mamarrachos de cualquier dios, querían que se les odiase. pues, al grito de “sea todo por Dios”, llevaban a la hoguera, al martirio y a la cruel muerte a muchos que, según ellos, se cagaban en la teología, en los cánones o derecho civil, en las sillas del coro de catedrales, en los despachos de canónigos y se limpiaban el culo con los hábitos canonicales.

Si el infame de Inglaterra era tan feliz, como se jacta de haberlo sido, en el crimen y la barbarie, no menos falta de interés pusieron los españoles, que tenían un vasto campo donde explayarse desde las orejas hasta el rabo, todos con reumatismo en los lomos y caderas por tanto joder y follar a las prójimas y prójimos antes de llevarles al martirio, metiéndoles la gracia de dios hasta el gaznate con ostentación de lujo, como hiciera antaño aquel “césar enano” tocándoles a los republicanos en la lumbre de sus ojos o metiéndoles la bala en el agujero de su cráneo, porque, según él, “éstos me tocan los cojones”, y, hoy, sueñan con hacerlo los prepósitos eclesiásticos de la Secta y de muchas comunidades, que fabardean en el territorio en que goza de este derecho el pavorde místico fascista, remedando burlescamente o en forma inferior al original.

Su físico y moral, la de los Inquisidores, era la misma y es en todas las partes del Globo, y presentaban abundancia de ideas en estado de rebosar erudición asesina, patentizando las bellas calidades, las honras y las glorias del dios del crimen y la muerte como caco, coco y cuco, jácara y jícara, patraña, mentira, y golpe mortal dado a trauición.

Al recordar ahora, viendo la postal, la postal, me vienen a la memoria Maricruz, doce años y ya con la regla, y me veo limitado a su boca Asnal. Qué bellas pajas me hacía, meneando los párpados, o abriendo y cerrando los ojos. Y mi grito, un clamor, era muy pequeño en las eras del pueblo donde podía enseñorearme como un “picantón”, gallo de corral pequeño o aprendiz de inquisidor. Yo, también, de doce años, por cierto. Y luego, a los quince, ya seminarista, con una novia novicia de las nuevas, Patti, en el pajar, que se merecía, en honor suyo, un Rebuzno de los buenos, y emprender el elogio del Sexo ahora, sin saber, follando con la pena de no haber podido dedicarle en la eyaculación y el orgasmo más que unos quince versos seminales, caídos entre pebeteros japonés, gótico y árabe, que tenía escondidos la abuela entre las pajas para que no se les robaran.

Más tarde, una vez salido del Seminario diocesano mal pecado, dando muchos pasos y haciendo muchas diligencias, me dejé arrastrar, yo pecador de mí, haciendo lo que me dijeron : dedicarme a conseguir el sexo y el amor vanos con tías rechonchas, chaparras, algunas con chochos cual charco de patos cubierto de pelos ; otras, con coño que “ni paula ni maula”, y alguna otra, como Magdalena, que desnuda, me pareció una biblioteca pública en pequeño, pues me proporcionó registro de besos, códigos de dedos, dejando mi mamotreto desentrañar en ella todo lo perteneciente a la parte Rebuznatoria del amor de nuestras partes ; y, en especial, Bartola a la que me tiré junto a la pared del célebre y antiguo Monasterio del Paular, de cartujos, situado en la falda de la sierra de Guadarrama, una parte de la Carpetovetónica, en la provincia de Madrid, fundado por Juan I, donde vivo con ella orillas del río de su nombre, que es afluente del Tajo.

Ahora, pensando en claro, y cagándome en la madre que parió a “Panete”, Inquisidor general, cruel y sanguinario, confieso que el hombre es asnal y humano por naturaleza, pero jamás, y en ningún modo, puede formar parte del crimen, el martirio y el asesinato dedicados en pruebas y razones a falsos dioses e ídolos de barato, para tontainas y bobalicones del culo e incensario en cierto juego de burla de la Razón que consiste en apagar una candelilla o cerilla alumbrando el pandero.

 

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