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La roca - de Wallace Stevens
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 Article publié le 29 mai 2022.

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en la revista Odisea Cultural


Wallace Stevens está considerado, junto con T.S. Eliot, el mejor poeta anglosajón del siglo XX. No es solo uno de los grandes poetas sino el que más influencia ha ejercido en la literatura norteamericana de las siguientes décadas, desde John Ashbery y Elizabeth Bishop hasta Mark Strand y Anne Carson.

Fue un poeta adscrito, como T.S. Eliot, a la corriente vanguardista modernism ( modernismo anglosajón que no debe confundirse con el modernismo hispánico, anterior en el tiempo y con una propuesta estética diferente) en lengua inglesa. Poeta capaz de hacer confluir universal y particular, concreto y abstracto, sensorial e intelectual, visible y esencial.

Su vida transcurrió en Hartford, en el nordeste industrial, donde ejerció de agente de seguros para el ganado. Como otros poetas que llevaron una vida oscura -Antonio Gamoneda trabajó en un banco o Fernando Pessoa en una oficina de exportaciones- pero dotado con la capacidad de desarrollar una existencia paralela, crear un mundo poético propio, poderoso, espacioso.

Stevens es un ejemplo de poeta tardío, pues la parte más importante de su obra apareció después de haber cumplido los 50 años, hecho destacado como casi único por el crítico Harold Bloom. Según éste, Wallace Stevens es ‘El Gran Poeta Americano’ y “La roca” contiene algunos de los mejores versos del siglo XX. Y, poéticamente hablando, no se puede llegar mucho más lejos. Sólo fue reconocido internacionalmente cuando publicó los ‘Poemas completos’ (1954). En sus últimos años recibió numerosos premios, el Premio Bollingen en 1950 y los premios Pulitzer y National Book Award en 1955.

“La roca” es el último poemario de Wallace Stevens, la obra en la que desde la serenidad se extiende la sabiduría del poeta. Son poemas escritos en la proximidad del silencio y de la muerte, poemas sobrios, templados y, a la vez, capaces de la máxima hondura existencial.

El libro comienza con un poema breve, “Un anciano dormido”, que a la vez es una declaración sobre su forma de entender el mundo y la vida ; afirma que mientras los mundos están dormidos y callados, la vida está repleta de otras sustancias, El yo y la tierra : tus pensamientos, tus sentimientos, / tus creencias y descreencias, toda tu peculiar trama. Su poesía será esta relación entre el ser y el mundo, junto a su visión de la naturaleza, conformando la esencia poética.

En el “El sentido claro de las cosas” se extiende más aún su pensamiento en estos tiempos finales de su experiencia vital, Tras la caída de las hojas, volvemos / a un sentido claro de las cosas. Es como si / hubiéramos llegado a un fin de la imaginación, / inanimado en un ‘savoir‘ inerte.

Stevens nos habla de la senectud de las cosas, del fracaso de un esfuerzo por la existencia, Se hace difícil hasta elegir adjetivo / para este simple frío, esta tristeza sin motivo. / Se ha convertido la gran estructura en una casa menor. Pero la sabiduría del viejo poeta nos deja unos versos más adelante una puerta abierta : Sin embargo, la ausencia de la imaginación tenía / también que ser imaginada. Nada está perdido cuando queda la imaginación por inventar, incluso el “savoir” (el saber) ha de ser inventado pues ambos son requeridos por el ser como una necesidad.

“Uno de los habitantes del oeste”. El autor requiere al lector posible, desconocido, como interlocutor, en su vida cotidiana, cuando los establecimientos / de viento y luz y nube / esperan que alguien llegue, / algún lector del texto, / algún lector sin cuerpo / que lea silenciosamente. Mientras el poeta se coloca en el otro extremo de esta relación y proclama, al estilo de Emerson o Whitman, una creación de la imaginación, Soy el arcángel de la tarde y elogio / de esta estrella única el fulgor. / Supón que fuera una gota de sangre…

“Vacío en el parque” es un poema simple, párrafos de dos versos, comparado con otras composiciones de Wallace Stevens mucho más extensas y densas. Es como un bote que ha zarpado / de una costa, de noche, y ha desaparecido. No son descripciones sino supuestos parecidos, lanzados hacia el lector, hasta que el poema se cierra con una imagen de desolación, Soplan los cuatro vientos por la rústica pérgola / bajo sus colchones de parras”.

“El poema que ocupaba el lugar de una montaña” es uno de los poemas más conmovedores, también escrito con estrofa de dos versos, en los que claramente expresa su visión del mundo, su recorrido vital, consumar sin poder definir, hasta hallar la atalaya que fuera la adecuada, donde estuviera él completo en un inexplicable completarse : la roca exacta… Aparece la roca como final de recorrido, simbiosis entre el ser y la naturaleza. El poeta no reconoce el lugar hasta haberlo encontrado y pueda entonces aceptarlo como propio, donde pudiera echarse y, fijando los ojos en el mar, / reconocer su única y solitaria casa.

“Dos ilustraciones de que el mundo es el concepto que se tenga de él”. Tras este título larguísimo se desarrollan dos partes con elementos simples como el viento o el domingo, el sol o el abeto. El mundo es creado por nuestra mente, nada existe fuera que no haya sido concebido previamente en el interior de la mente. Una mente que es órgano de percepción de la realidad pero que también nos engaña si no estamos atentos a su discurso.

‘I. La constante disquisición del viento’ habla de un día de invierno cualquiera, con frío y oscuridad, con espacio para un pensamiento del ser y la realidad, en la que acaso quede la forma del propio ser, Y mientras él pensaba dentro del pensamiento / del viento, sin saber que aquel pensamiento / no era su pensamiento ni el de nadie.

‘II. El mundo es más amplio en verano’ es la contrapartida, en este poema hay luz, sol, colores  que llegan desde el cielo, como la luz del día, con beldades del tiempo, / y se elevó el verano voluptuoso cuan alto era. Entonces el ser se transforma, dejando retazos de su proyecto, como por fin magnificados.

“Prólogos a lo que es posible” es un largo poema dividido en dos partes sin título (I y II) ; cada parte formada por estrofas de 6 versos. Cada verso se inicia con unas pocas palabras, que apelan al lector, seguidas por un final del verso, más extenso, en la que el poeta sitúa la metáfora, la imagen, la mirada propia.

  1. En la primera parte el poeta parte de viaje en un barco de piedra, Había una comodidad mental que era como encontrarse a solas en una barca en el mar, sencillamente se deja llevar por remeros que avanzan como si conocieran origen y destino. La barca pierde peso, el poeta en pie, al viajar solo, cual hombre espoleado por el señuelo de una sílaba carente de significado, pero esa sílaba parece que contiene todo lo que busca, la barca desaparece, los remeros callan, llega al lugar lejos de la orilla, el lugar contenido en la sílaba, como un punto de llegada central, un momento de un instante.
  2. La segunda parte comienza con un afirmación que contradice lo anterior, Le inspiró miedo la metáfora. Ya no hay identificación con la imagen sino acaso una semejanza, una especulación, una hipótesis, Que yo, por ejemplo, contenía él que no hubiera sido aún soltado, como si necesitara un fulgor, una luz para tener un nombre y privilegio, una luz que se sumase a lo real y fuera elemento primigenio de un nuevo ser. El poeta, a modo de demiurgo, crea un nuevo universo de la nada cuando se suma ella, / igual que una mirada o un toque revela sus imprevistas magnitudes.

“Mirando los campos de lado a lado y observando el vuelo de los pájaros”. Wallace Stevens vuelve a cambiar la estructura del poema, ahora formado por estrofas de 3 versos, muchos de los cuales están encabalgados con el siguiente párrafo. Es un viaje de la naturaleza hacia la mente o la imaginación, viaje de ida y vuelta, que comienza en Concord, cerca de la laguna y el bosque de Walden donde H.D. Thoreau instaló su cabaña en su retiro del mundo, en su experimento vital de aislamiento en la naturaleza, caminando durante horas, escribiendo, observando cada detalle en un ejercicio verdadero de meditación.

Comienza en la naturaleza, quitar del pensamiento hierbas, árboles y nubes, / no transformarlos en otras cosas, / es solo lo que hace el sol todos los días. para continuar en la siguiente estrofa con un cambio radical, hasta que nos decimos que puede haber / una naturaleza pensativa, un mecánico ‘operandum’, un tanto detestable, libre. Un ser que puede ser fantasma, hombre o naturaleza, sin dioses ni creencias, para crear algo más grande pero indefinible, Sin duda vivimos más allá de nosotros mismos en el aire, / en un elemento que no hace por nosotros, / igual de bien, lo que hacemos por nosotros mismos, demasiado grande, / algo no planeado para imaginería o creencia.

Lo que sabemos, lo que somos es un tumulto procedente del cielo ; lo que pensamos, un respirar afín al viento ; en cuanto naturaleza nos acercamos al pensamiento y cuando el viento es ensordecedor ponemos mantos sobre nuestras palabras. Las leyes del mundo le parecen amaneramiento, rigidez que deforma la realidad, que atrapa la naturaleza en un vaso y la convierte en manierismo del espíritu, un vaso atestado de cosas que llegan hasta donde pueden.

“Largos y tardos versos”. Vuelve Wallace Stevens a la estructura del párrafo de 2 versos y comienza melancólico, desalentado, Qué poco importa, pasados con mucho / los setenta, donde uno mire, uno ya ha estado allá. Recorre la naturaleza y le parece que no trae novedad, todo es una triste repetición. Lo contrario sería una mancha en una pared, la primera mosca, las pre-personae ; estos elementos son los que abren una grieta en la falta de nobleza de la vida.

Quizás desde la mente, la imaginación o el sueño pueda surgir alguien capaz de revertir el estado de las cosas y reiniciar el mundo, Vagabundo, esta es la prehistoria de febrero. / La vida del poema en la mente aún no ha comenzado. Se dirige al lector nonato, en la espera de una aparición, último destino al que se dirige el poema aún no creado, Aún no habías nacido cuando los árboles eran cristal / ni has nacido ahora, en esta vigilia dentro de un sueño.

“La roca”. El poema, llamado como el libro, condensa toda la sabiduría poética y personal, todo sus preocupaciones, temas recurrentes, imágenes preferidas, su filosofía vital, entre la conciencia y la imaginación. Y un aire de despedida, de melancolía y absurdo existencial, una permanencia en una vida cuyos únicos pilares fueran seguir estando vivo. Pero también figura el despertar a lo único cierto, inamovible y con capacidad de regeneración : la roca.

‘I Setenta años después’

Comienza con el verso, Es una ilusión que llegásemos a estar vivos, la vida, pasados tantos, años no es más que un producto de la mente, ahora las casas están vacías, la libertad es aire, no quedan siquiera la sombra de las sombras, Nunca estuvieron / no estuvieron ni están. Absurdo…/  La vida es una creación de la desesperación, la fantasía y la conciencia. La realidad es aquello formado por la mente en búsqueda de felicidad, mientras espera que las hojas cubran la roca, cuando todo se reduce a un desprendimiento absoluto, … El florecer y el almizcle, eran estar vivo, un incesante estar vivo, un detalle de estar, ese burdo universo.

‘II El poema como icono’

No basta con cubrir la roca de hojas, hay que buscar una cura del suelo, y de nosotros mismos. Surgirán las hojas, las flores, los frutos y si comiéramos sería la cura. En la ficción de hojas el icono / del poema, la figuración de la dicha, / y el icono es el hombre.

El poeta habla de sí mismo, de la naturaleza, de la forma de trascender la vida, una fusión difícil de concretar para el poeta y el lector. A modo de indicación para este viaje, el poema finaliza con los versos que deberán ser interpretados por el lector dispuesto a aventurarse, En esta abundancia, el poema crea significados de la roca,/ de movimiento tan mezclado y de tal ingeniería, / que su aridez se torna en un millar de cosas / y deja de existir. Esta es la cura / de las hojas, del suelo, de nosotros. / Son sus palabras el icono y el hombre”.

‘III Formas de la roca en un himno nocturno’

La roca es partícula del hombre, escalón de ascenso de las sombras, la roca es aire, espejo que a través de la mirada se convierte en rapsoda de los planetas,  la roca es la morada de la totalidad, su fuerza y su medida… La roca es origen y destino, recipiente del espacio, recinto de las cosas iluminadas por el día y la noche, nocturno himno de la roca, como en vívido sueño.

***

“Nota sobre la luz de la luna”. La nota es una reflexión sobre un objeto, esta vez fuera del planeta, cuyo destino puede pasar de objeto observado a sujeto observador, como un simple poeta que en la mente da vueltas / a la igualdad de su variado universo, / brilla sobre la mera objetividad de las cosas.

La tarea es semejante al recorrido hacia el centro del mandala donde se encuentra una montaña, Es desvelar la presencia esencial, digamos / de una montaña, extendida y elevada casi / a un sentido… centro del mandala que es, a su vez, centro del universo. Para Wallace Stevens es una cualidad que puede ser cambiada mediante un cambio de color en la mente del simple poeta. Para el poeta observador, para el pensador queda un propósito, vacío / acaso, absurdo acaso, pero al menos un propósito…

“El planeta sobre la mesa”. Nuestro planeta, para el poeta, no es más que un resto del astro mayor, el sol. Los poemas están formados por material del astro, Era su ser con el sol un ser solo, poemas hechos de la estrella mayor del sistema pero que, aunque objetos menores, mantienen la esencia de la materia de la que provienen. No es importante que sobrevivan sino que mostraran algún cariz o rasgo, / …, / del planeta del que eran parte.

“No ideas sobre la cosa sino la cosa misma”. El último poema ahonda en la idea expresada en los últimos poemas del libro, viaje desde la mente del poeta, mirada a un nuevo amanecer, la sensación de ser una mínima parte del sol colosal, y en el verso que cierra el libro se señala el despertar de la conciencia, el poeta y su tarea convertidos en elemento esencial, el retorno del poeta a la roca : Era como / conocer otra vez la realidad.

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“La Roca” apareció en 1954, un año antes de su fallecimiento, como el poemario inédito de su poesía completa, publicada por Knoff.

No fue, por tanto, un poemario publicado de manera individual sino el regalo del poeta a su obra completa. En su famoso ensayo “Notes toward a supreme fiction” el poeta había establecido las bases por las cuales la ficción de un Dios en el que ya no se podía creer podía ser sustituida por una “Ficción Suprema” con carácter de deidad. Tres características debían definir esa poesía con un objetivo tan elevado : la ficción debía de ser abstracta, debía de proporcionar placer y debería poder cambiar.

En “La Roca” se dan las tres características.

En primer lugar el lenguaje es absolutamente sencillo pero a la vez abundan los sustantivos abstractos. En segundo lugar la lectura, aunque en ocasiones se hace compleja, siempre es placentera. Y por último, el poeta habla desde un postura que, sin pretenderlo sino de manera natural, se asemeja a veces a la voz de un dios, capaz por tanto, del cambio.

 

 

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