Ayer voy a tomar un café a la Plaza del Reloj y estoy un rato al aire y pienso en llevar un libro de poesía además de Las islas invitadas de Manuel Altolaguirre, que cogí anteayer y abrí con un café en la Plaza de la Merced. Leí los dos primeros versos de su primer poema y luego el poema. Sentí que estos versos -y el poema- venían a encontrarme y que esto lo hacían de un modo especial en ese sitio y este momento. Porque estaba dando vueltas estos días a la poesía y al silencio para la ponencia que me han pedido que en torno a ellos pronuncie el Viernes Santo en el Monasterio de San Jerónimo de la Murtra, y entre estos asuntos está también el verdor, el silencio y el verdor y ante el verdor, la maduración en el silencio, la formación en él de la vida y los seres. Así que siento que estos dos primeros versos y el poema todo me vienen a encontrar allí especialmente. Pienso en otro libro de un poeta querido, Juan Gil-Albert. Releí las prosas de Breviarium vitae y acompañé su lectura, pero pienso que me gustará volver a leer sus poemas. Que he leído muchas veces y han sido una fiel compañía. Cojo el libro. Veo que dentro tiene los tickets de las meriendas cada tarde con mi madre en el sitio de enfrente de casa, sólo cruzar la calle, y que en el ticket hasta detalla los pasteles que tomábamos, todos buenos y que íbamos variando. Cada tarde de julio y también desde finales de junio. Aquí están los tickets, en este libro, lo que quiere decir que lo llevaba esas tardes, y son de ellas una memoria que siento vuelven a buscarme. A encontrarme y a buscarme.

Me lo llevo a la Plaza del Reloj. Llega un café. Antes de abrir el libro para algo de él leer miro estos tickets de las meriendas de las tardes, miro los días, los nombres de los distintos pasteles. Y abro el libro al azar. Recuerdo que algún libro aquí contenido me agrada especialmente, como los Homenajes e impromtus. Pero lo abro al azar, y me sale el libro “De Migajas del pan nuestro”, de 1954. Está dedicado a Fernando Ortiz, quien prologaba Breviarium vitae y publicó poemas míos en la revista que dirigía en Jerez de la Frontera. Lleva estas palabras previas, casi como un lema, del propio Juan Gil-Albert : En verano, al levantarnos de la mesa, quedan diseminados sobre el mantel los restos del festín. Poca cosa : migajas para pájaros. Al leer el título del libro pienso que “El pan nuestro” es un título de un poema de mi juventud, “El duro pan” el de un poema de María Victoria Atencia y el pan de cada día motivo que se reitera casi como leit-motivo en los poemas que escribo este largo último tiempo. Me gusta la modestia del título de este libro de Juan Gil-Albert, Migajas del pan nuestro, y también las palabras que como un lema más lo explican y lo completan. Migajas para pájaros los poemas y los días, los días que se hacen poemas, el pan nuestro.

Leo lo que hay de este libro en esta Antología de Juan Gil-Albert y pienso que el azar me ha hecho que quedara abierto por él ha acertado. Porque muy bien podemos pensar que dice a Juan Gil-Albert por completo, y que lo dice en sus poemas, en la serenidad y belleza y fulgor de sus poemas, que en lo que yo a él me quería ahora otra vez acercar. Aquí está lo más central de su mundo y su refinamiento –“Refinamiento del campo” es título acertadísimo de un poema. El campo, el mar, la cultura que de él viene, el mar que en ella nos hizo y por la que somos como somos, mediterráneos -un Mediterráneo en el que también está y llega Oriente. El domingo, la pobreza, la serenidad, la serenidad en la contemplación y el goce, la dicha de ser, la pureza en el sentir la esencia de las cosas, su fugacidad y su plenitud. El silencio, el amor. La pereza. Las formas del ser, las formas de la vida en que se siente ser. “Vivir es ser” termina el último poema. Creo que algunos de los poemas de este libro por el que me ha quedado abierta la poesía de Juan Gil-Albert en una plaza de Barcelona pueden decírnoslo y traérnoslo de modo muy acertado y muy verdadero, pues dicen elementos centrales con los que su voz se constituye, y también la modulación y el tono de esta voz. Quiero por ello traer algunos poemas de este libro, Migajas del pan nuestro, de 1954, y que sin mucha explicación o casi sin explicación alguna nos digan ellos mismos este mundo del poeta en su especial acento y timbre y en su plenitud :

 

EL DOMINGO

 

Parece que el domingo es cosa cierta

y que como un gran dueño patriarcal

visita nuestros campos.

A la calma diaria ha sucedido

hoy una calma augusta.

Más sol, más dulcedumbre,

más desgana,

más soledad.

Hoy el ocio es completo :

ni siquiera los pájaros frecuentes.

Cada cual huelga y calla.

Y el pulso de la tierra, al descubierto,

nos da la postración de su pureza,

y su vitalidad.

¡Las tentaciones !

¡Qué sería del hombre si el domingo

no las pusiera todas como ninfas

ante nuestros deseos !

¡Holgar ! ¡Holgar !

Hay un aroma que nos lleva el alma

más allá del trabajo.

Unos duermen más firme, otros regresan

de madrugada. El perro los vigila

cual si fueran extraños.

Todo ha sido posible en unas horas :

placer, aburrimiento, novedades,

y esto que es más :

sentir que cuando el hombre no trabaja

hay otra obligación ineludible

que pocos cumplen :

la de estarse contento

sin hacer nada.

 

 

REFINAMIENTO DEL CAMPO

 

Las piedras colocadas sobre piedras

y encima de ese muro primitivo

algún olivo blanco.

No sé por qué será que ciertas cosas

que apenas dicen nada,

que bien analizadas no son cosa

digna de nada,

causan sobre mi ánimo un influjo

de inextinguible paz.

Se diría que siento mis raíces

dentro de esos contornos depurados

que no son nada,

dentro de esa vejez

de una humildad tan firme

cual si una incitación muy familiar

me retuviera allí.

Algo como una voz que me dijera

de dentro de mí mismo :

esta fe encantadora

es la pobreza.

 

 

EL ETNOS

 

Decimos : es un mediterráneo.

Y queremos decir que modelado

por un mar.

Por un aire.

Por un clima gracioso.

Y queremos decir que conoce las viñas,

las abejas,

que oye cantar el gallo en la mañana,

la lechuza en la noche.

Y que cuando el amor llama a sus puertas

cuerpo y alma se funden

porque la carne quiere idealizarse

tocando lo que ve.

Alguien a quien se encuentra en los museos

blanco de antigüedad.

O cual fugaz a veces camarada

de la actual existencia

devuelto su color enamorado

a su planta dichosa.

Pero ¿y el mar zafiro ?

¿El movedizo mar irresistible ?

El mar está detrás de la montaña.

Remontarla y veréis cómo los ojos

se pierden de nostalgia a lo lejos

y entre esta solidez tan conocida

de la tierra

y el camino imprevisto de las aguas,

se entablará el diálogo fecundo

que dio fulgor y forma

a la cultura nuestra.

 

 

LOS DÍAS PASAN

 

¿Qué os pediría días que me dierais

que no me deis ?

La palidez del cielo,

las nubes iluminadas,

el sol dulce.

Estos contornos firmes de los montes

por cuyas quebraduras sonrosadas

avanza una maleza deliciosa

como en los cuerpos vivos crece un vello

que anuncia los más íntimos umbráculos :

es el pinar.

Esos aromas grandes que trascienden

del reservado grumo de la tierra.

Un similar estado de pereza

que no excluye el vigor.

¿No es acaso el Edén ?

Y una voz que nos dice imaginarla :

la manzana es eterna.

 

Un silencio sombrío.

Una aventura única.

 

 

EL MAPA ANÍMICO

 

Soy un cuerpo tendido entre confines :

por el lado derecho abro mis brazos

al vergel provenzal ;

por el izquierdo,

dejo dormir el alma en la molicie

de lo lejano asiático. ¿Lejano ?

¿Hay lejanía acaso más cercana

que lo que llevo dentro : esta pereza

y esta fatalidad ?

El sur me tienta

y la floresta nórdica me alarga

su sombra pensativa.

Pero cuando son frescas las mañanas

y un humor vigilante

me hace volver los ojos despejados

al litoral risueño

me siento razonar con clara mente

como quien soy : un hombre de este mundo

que combate sus sueños orientales

y se acoge a la rosa más perfecta

del humanismo.

 

 

DE QUIÉN SOMOS

 

Lo más valioso es siempre lo que apenas

tiene cotización : el barro de este mundo.

El légamo si os suena menos claro :

del cieno en cielo

del odio en amor

de la noche en día.

Esa transformación de la que somos

héroe y víctima.

Alguien somos al fin.

Pero de quién seremos para siempre

es lo que nos parece que nos cantan

los pájaros lejanos.

 

 

EL YO…

 

Cuando menos se tiene más se es.

Sombra del árbol, suave, como un velo,

estridente verano alrededor,

y cerca, casi oculto,

el murmullo del agua.

No quiero más.

Que me dejen pensar en quien me anima.

Y que el calor prospere.

 

Y que el mundo se pierda.

 

 

…Y EL TODO

 

¡Perderse el mundo !

¿No suena a maldición ?

Nada debe perderse. Ni se pierde.

Que todo sea.

Que todo lo que ansía ser

se cumpla.

¿No son esas palabras un recuerdo

de la divinidad ?

Todo es dichoso : hasta el dolor consciente.

Todo tiene una miga que entregarnos

más amarga o más dulce,

a veces dura,

otras como bañada en pura leche

maternal. Todo asciende

desde el lóbrego origen

hasta su forma propia y asumida.

Vivir es ser.

 

 

Barcelona, 6 de marzo de 2025