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Article publié le 26 janvier 2010. oOo 1. Sagrado fuego
Un minuto de sagrado fuego, un momento de luz prometeica, una chispa, un chispazo, una lluvia de briznas ígnitas desprendidas desde el esmeril apolíneo, desde la profundidad del cosmos, abalanzándose contra mi mente, rociando mis dendritas perceptoras de singular clarividencia, alimentándolas de leche prístina, de zumos paleozoicos.
Venid a mí, polvo de asteroides, cenizas de incendios estelares, rescoldos de conflagraciones de nebulosas ya destruídas, arpegios de cítaras siderales rotas en el primer cataclismo, y sonando aún en el universo.
Sonad, llamaread, tremolad, crujid, estremecedme, alegre instrumento hambriento de dedos y de labios, hambriento de un arco prometeico arrancándome letras, palabras, versos, hexámetros, églogas, odas, sonetos, ditirambos, epopeyas, alfabetos, lenguas.
Para sangrar, para sacrificarme sobre la piedra del altar de Apolo emitiendo píticos sonidos, llenando de oracular misterio el antro donde mis cofrades esperan en respetuoso silencio, esperan su singular alimento.
2. Entresueño
Fugaz rapsoda de la madrugada, en el entresueño de mis vigías tu voz una voz de otro mundo, tu cítara un sueño de metales arrancándose inéditos sonidos, tus pasos los pasos del rocío deslizándose por entre los rosales.
Cántame en el sueño, rapsoda, toca con tu voz mi maderamen a que despliegue sus velas mi barca, y cruce ingrávida sobre las aguas, cruce el aire, cruce las praderas.
En tu música mi ser pasmado, mi vida envuelta en los aromas de narcóticas flores exhalando su aliento virgen sobre mi sueño.
Adormece mis vigías, rapsoda, adormece mis nocturnos centinelas, y aproxima tu voz a mis labios, aproxima tu dulce rocío a mi sed de amor en la madrugada.
6. Sino tribal
Desde allí salimos, un día cualquiera, con los bolsillos llenos de sueños, siguiendo el llamado de los ancestros, o de nuestros hermanos vagabundos cantando, libres, por los caminos.
Salimos, y con nosotros, siguiendo nuestros pasos, el sino tribal, la impronta de la matriarca llena de misterio, silenciosa en su alcázar de piedra, contemplándonos, muda, alejarnos.
Camaradas errantes, no olvidemos jamás que desde allí, un día, salimos, nunca olvidemos que, a la ventana, nos miró, empañada, alejarnos, y bendijo en su idioma inescrutable nuestra partida, ella, la callada.
Volveremos o no volveremos, atracará, algún día, nuestro hogar junto al hogar mayor abandonado, o pasará de largo nuestra barca sin reconocerla, tan lejos ella.
O moriremos, aquí, de nostalgia por el terruño, el suelo lárico, las Tres Marías, la Cruz del Sur, el mar clamoroso llamándonos.
Con los bolsillos repletos de sueños, con el patrimonio espiritual de la tribu detrás de nosotros, salimos desde allí, un día cualquiera, y ya no sabemos, ay, no sabemos los caminos, las rutas de regreso, tan callada ella, la vieja matriarca.
7. Como la noche
Llegue de súbito, como la noche, y apodérese de mi corazón penetrando la cáscara de niebla con sus gráciles dedos maternales.
Nada diga, toda ella iluminada de locuaz persuación y labios rotos, por el mismo sendero que sus pasos cuando adiós en el crucial entrecruce.
Llegue, y rómpanse en mil pedazos los testimonios, las fotografías, el amuleto de piedra testimonial, el eco de la voz de mis mayores.
De súbito a mí, como la noche, penetrante desde sus raíces, toda llena de espadas y desnudez, ella la de mil rostros, la indefinible.
9. Redención
Algo suceda y marchite con su aliento o con su mirada, esta flor clavada en mis manos, este haz de espinas foliáceas nacidas de mis secas entrañas.
Algo suceda, algo que maldiga, algo que pasme o que petrifique de un solo soplo, de una sola mirada inyecta en ira y en odio, de una sola pócima vocal cargada de injurias y blasfemias.
Descienda el ángel del exterminio, descienda el ángel de la destrucción blandiendo su espada flamígera, y toque los fértiles vientres, toque la húmeda semilla apagando su rumor vital, reduciéndola a polvo estéril.
O crepite el sol al crepúsculo, arda de llamas arreboladas arrasándolo todo a su paso, llenando de incendios el mundo.
Algo redima mi frente uncida a un haz de espinas foliáceas, algo libere mis manos clavadas a una flor de secos pétalos nacida de mis entrañas,
algo suceda, algo descienda o emerja enérgico de la tierra, y ponga su mano sobre mi testa, y exorcice, abata, aniquile, purifique esterilizando, llenando de terribles besos mis labios, mis secas entrañas.
18. Cerco
¿Y si de repente claudicaran mis resistencias, bajo el asedio de fuerzas secretas confabuladas, de obscuras milicias poniendo cerco a mi hogar de profusos accesos, con todos sus puentes tendidos ?
Podrían erigir frente a mi puerta su amenaza de tinteros e infolios, o soplar desde las cavernas un rumor ininteligible de testimonios irreprochables, de noches perdidas en el tiempo desde donde regresan y acusan.
Débiles son tus murallas, convicto, y los gendarmes que ponen sitio a tu hogar con sus jueces aliados, conocen todos los accesos de tu inextricable laberinto.
Llegarán a ti y te pondrán fuego, y arderán tus gastados decenios conviertiendo en humo tu existencia, reduciendo a cenizas tu prontuario.
Házte fuerte parapetándote en su fortaleza de pétalos, y opón tu pluma a los infolios, su testimonio a los testimonios, su aroma al aliento cavernario.
22. Hermandad
Hágase de pronto un silencio como de tumba o de cementerio, como de templo o de monasterio, un silencio de planetas muertos, o de soledades inmensas para mi descanso eterno, para mi deseo de no ver, ni escuchar, ni hablar, ni ser oído.
Hágase ésta, mi última voluntad de estar absolutamente solo, de caminar años y milenios sin encontrar rastros de vida, sin hallar huellas ni vestigios del ser humano que me sustenta, y que quiero, ¡por Dios !, olvidar.
Demasiado largo ha sido el sueño de la irrenunciable irrealidad : ahora derrúmbense de golpe pirámides, templos, bibliotecas, derrúmbense ciudades y naciones, imperios, civilizaciones, y todo aquello que cobije al hombre, todo aquello que lo recuerde.
Hermanos sacerdotes muertos, hermanos sepultureros muertos, monjes, presidiarios, poetas, pastores, vagabundos, huérfanos, náufragos, eremitas muertos : venid a la hermandad de la mudez, venid a la piedad del silencio.
Venid conmigo a mi descanso eterno, venid conmigo a mi errar eterno, y cúmplase así mi última voluntad.
35. Ambivalencia
Ambivalente entre los climas y las especies que pueblan la tierra, ¡nadie se acerque a nuestro rigor de camuflajes y pistas falsas en el apogeo de las máscaras, cuando el que guardamos a gritos asoma apenas su presencia y queda oculto en el follaje !
Haz una señal tú, incierto prófugo de prisa por pueblos y por idiomas con tu obscura carga semántica, semejante sólo a ti mismo, y extraviado en ti, sin embargo, con tus clandestinos pasajeros.
Confuso en la identidad del agua, ¡dejadme cantar, hermanos poetas !, ¡dejadme cantar a que mis rasgos enseñen su espéculo empañado, y permanezca en las hebras del canto mi sed de solitaria copa !
37. Crisálida
La clara sencillez del agua sus visibles ramificaciones, su tez traslúcida espejada en la claridad de la luz dormida.
Claro cristal de líticas fuentes, de líticas pupilas abiertas a las pupilas del universo, ¿dónde, si no en tu crisálida, dónde, si no en tu cristalería la sencilla claridad del agua ?
Pero no penetréis más allá, no levantéis la cáscara lítica, no interroguéis su interior sumido en los misterios castálidos.
Porque ya no podríais regresar, porque allí quedaréis atrapados, y miraréis, es cierto, a su través, y seréis parte de su sencillez, pero ya no podréis liberaros.
41. Carro del otoño
Pesadas ruedas del carro del otoño uncido a mi cuello de animal cautivo en el desprendimiento de las hojas.
Tira de tu yugo por el calendario a que rechine el eje y te duela la lenta propagación de la muerte.
El estío candente a tus espaldas y en lontananza la nieve impoluta : tiempo es ya de la humedad y el viento, de los ásperos cuchillos de la siega.
Cantor en la espesa melancolía, tu lira una andanada de chillidos, un delgado clamor de gargantas vegetales sacudiendo tus cuerdas.
Y uncido al carro de pesadas ruedas, chirrían tus coyunturas líricas arrantrando tanto rigor y muerte.
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