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Article publié le 13 février 2005. oOo La palabra “pueblo”, debería ser paulatinamente ser borrado del habla común, pués designa a un conjunto de individuos que conforman una identidad cultural, lingüística, religiosa con aditamentos étnicos, decididos a conformar un Estado, con el fin de afianzar , vía pactos sociales, y luego de distintos sistemas jurídicos, un peto que les permita coexistir, junto a otras comunidades que puedan constituir una amenaza para sus intereses, un mapa geopolítico determinado : este - con sencillez - y no otro, constituye el origen del Estado : sin embargo la palabra "pueblo", fué en la primera mitad del siglo XX, fuertemente asociada, a la mitología aria de la raza : hasta aquí el sofisma, dado que la genealogía de constitución de un Estado abarca singularidades mayores,y deberíamos remitirnos a la "Genealogía de la Moral" nietzscheana, para alcanzar los cimientos que geologizan, la topología del funcionamiento de ésta maquinaria:como forma de gobierno el Estado puede adoptar en defensa de los intereses del pueblo y sus legítimos representantes, el sistema Republicano de Gobierno : los que consiguieron constituirse en Estados Nacionales Confederados, luego de la revolución industrial que trajo consigo la cabeza de un rey, en platillo de oro, lograron luego que las diversidades culturales, no se disuelvan en un único polo de exclusión de poder económico y político, y que la división retórica de poderes, resuelva los intereses del Estado. Profecias Durante el siglo XIX Friedrich Nietzsche escribió, “ hemos perdido el instinto para estas instituciones”, luego nos hemos extraviado en un laberinto, que , durante el fin de los grandes debates ideológicos del mediados del siglo XX, le permitieron afirmar a Heidegger :“ ni socialismo, ni capitalismo, son soluciones para aquello que va a venir, es decir, la muerte de la “cosa pública”, de la representación política e ideal de una imagen del mundo,que ha suplantado la autoridad por el autoritarismo del Estado técnico moderno - maltushiano al fin, pués para el liberalismo inmanentista, solo debe sobrevir y triunfar el más capáz, el más apto : la división de poderes, tamizada por la racionalización de formas teocráticas de gobierno , en una época hiperracional, no contradicen el despotismo,ni la juridicidad del Estado de derecho los intereses y fines corporativos o meramente personales, de los diversos sectores que conforman una comunidad, y que los partidos políticos, tenían como fin último resolver : con la muerte de los auténticos sistemas Republicános de Gobierno en manos de los oligopolios tecnocráticos, en los que se encarnan hoy los intereses económicos de las minorías, muerta también la vía de Representación que el pueblo se dá a si mismo para sanjar sus conflictos internos, y señalizar las políticas externas del Estado Nació Los partidos políticos en diseminación Han muerto los partidos políticos, que hoy, en ciertos países como el nuestro, y en general dentro del marco del llamado eufemisticamente tercer mundo, conforman una extraña amalgama de intereses extraños al pueblo, - y a toda forma Republicana de representación auténtica-, convirtiéndose en formas de gerenciamiento de intereses corporativos, cumpliendo fines de “lobbis” desde el punto de vista parlamentario, extraños por supuesto a los intereses del Estado Nación, en vías de extinción, y de “República”, de la que no queda sino lo latino de la huella gramatical que nos conduce a lo Noam Chomski llama “megacorporaciones” a nivel de descisiones globales, en medio del desfile fantasmagórico de lo que Derridá denomina Estados fantasmáticos, en un mundo que con velocidad increíble, - Virilio -, marcha hacia el viejo ideal de un Estado Universal en manos de una superpotencia, y las luchas étnicas y religiosas que mantienen minorías en estado de diseminación , en su pretensión desesperada de mantener sus autonomías y caracterícas de “pueblos o estados autónomos” : el mundo asiste sin saberlo a una lucha a muerte entre éste Estado Universal, tantas veces deseado, y la libanización de un nomadismo al que se lo ha denominado extrañamente “terrorismo”, y que no constituye sino la contracara del inmenso “terror del poder que imponen las megacorporaciones”. El principio de autoridad
La Respuesta Argentina Dentro de éste panorama, la Argentina no puede sino dibujar gráficos de dibujos animados, como ejemplos de su política exterior , ya que la República como tal, semeja , a nivel del Congreso de la Nación, aquel triste ejemplo de la República de Weimar, exterminada tanto por la SA, como por el plebiscito al que llamó Hitler y la reforma Constitucional llevada a cabo por Carl Schmidt. Más de trescientos partidos políticos en un país con menos de cuarenta millones de habitantes, representa el llamado por Lorca “teatro de titeres de cachiporra”, limitado al escenario de un Congreso que a nadie representa.
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