Mi mundo,
es el mundo de la sonrisa en labios ajenos.
Pero quien viene a mì,
aviva el sentido de la naturaleza
que vacìa su espejismo en el sueño,
y entonces,
como todos,
invento mi propio sueño,
vago y vagan conmigo
los màs grandes árboles,
y cuando las plantas brotan
con las primeras de las lluvias,
duermo.
Alguna flor alarga sus frágiles brazos,
endulza el aire
de las vaporosas orlas del recuerdo,
alienta luminosas visiones
llenas de vida.
He aquì
la temporada màs vasta
que se ha pasado en el mundo.
Sueño ahora en el porvenir
de la corriente de un rìo,
y otra vez,
en la àrida oscuridad,
la danza fecunda el aire,
una estrella atraviesa el espacio,
y silenciosamente,
casi entre mis manos,
la tormenta baila en el paisaje.
Nada alcanzo a decir
después de haber visto la niebla,
la agria niebla que llega
desde puertos distantes
y penetra los muros de esta ciudad ciega
en donde habito.
Soy pasajero nocturno de mì mismo,
y a dondequiera que voy,
tengo la claridad justa de mi nombre.
Pero ven a mi llegada,
ven, tù,
habitante de ojos desiertos.
Ven a mì,
que se abran tus labios,
pronúnciame,
dime del viejo polvo
de estos dìas que no seràn,
y después,
acaba tu palabra,
oye el rodar incierto de tu làgrima,
no intentes ahora acariciar
ls hùmeda presencia de la vida.
Antonio Leal.