Es en un lugar de la Porta Westfalica, región histórica de Alemania entre los estados federados de Renania del Norte y Baja Sajonia,a orillas del río Weser, en un complejo sáunico, con más de doce saunas, unas cuantaspiscinas de agua fría y caliente, más una piscina enorme circular con agua corriente, y dos piscinas fabulosas con música ambiental hasta debajo del agua.
 De una de las saunas, en las que había que frotarse con sal el cuerpo, y justo enfrente de la puerta, ocupaba la mitad de las gradas un señorón desnudo, grandote, con cabeza austríaca, brazos abiertos posando sus manos sobre la madera, cuerpo regordido, abierto de piernas y sentado como un conde de Werl, un rey prusiano, un papa gordinflas o un masón.
 Justo acababan de salir unas condesitas alemanas, preciosas, aunque, para mí, noté que les faltaba algo : esa bella y dulce picha que tienen los flamencos de Flandes, digna para comer.
 Admirados por la presencia de ese carnal monarca, comenzamos a entrar, todos desnudos, ¡claro’, un español, yo, dos alemanes, tres alemanas, una italiana, una yugoslava, dos franceses, un japonés, un americano y un flamenco, más dos jovencitas españolas, de Burgos, de catorce a quince años, "Sin textil, ¡qué maravilla¡", como dijeron los alemanes.
 ¡Qué espectáculo¡ El hombrote desnudo, que luego dijo llamarse Masón, tenía una inflamaciónenorme y afortunada de testículos.Una orquiepidimitis de caballo, manteniendo su región testicular y elevado y hermosote pene en suspensorio escrotal.¡Impresionante¡
 Una de las jóvenes burgalesas, rechiquita, se tapó los ojos con una mano, sus dedos abiertos, comenzando a llorar, pues jamás había visto tal cosa, diciéndole asu amiga, al oído :

- Si esto tienen los hombres, no me casaré y a monja me meteré.
 Ella misma se consoló después, al ver las nuestras, y reírse.
 Pensando en este querido señor,siempre sonriente, como les pasa a todos los gordos, recuerdo que le pregunté en inglés :
¿Cuánto tiempo lleva ?

- Desde las diez, me respondió. Pero, vengo por meses.
 Le pregunté, admirado, por sus huevazos, y le dije que tenía un hermoso pollón ; que teníamos que venir más veces y, cual romeros, besárselo, y ganar las indulgencias.
 Si mal no recuerdo, yo le toqué un huevazo, con la sensación de tocarle una teta a una teutona, que, después no se dejó hacer. También, le olí el capullo, al estiloque hacen las putas antes de que se las penetre.
 Todos nos frotamos con sal los cuerpos, unos a otros ; ellas, entre sí.Como pavos y perdices estábamos echados en sal.
 Los minutos pasaron y sudamos como burros.El único comentario que hacíamos, yo con mis paisanas, era que cómo entre esos dos huevazos enormes el "rey conde" estaba vivo. Nos reíamos.
 El Masón, con su mirada y sonrisa, nos echaba bendiciones como un Buda, mientras la jovencitaburgalesa por el rabillo del ojo salía a buscarle, diciéndonos a suamiga y a mí :

- Maldición de Dios si algún día un pollón de esos me alcanza.
 Antes de marchar, nos secamos con las toallas, como un general hace a su caballo, con mucho salero y sal.Yo le miré al Masón, que estaba en su pequeño palacio como un señor con una sonrisa, como diciéndole que me gustaría pasar más tiempo con él, que tenía que llegar a él como hacen los romeros ; y con el beso que suelen dar en la peana del santo que veneran, y venérea sus almas.
 Él me sonriócon una sonrisa de escuadra y compás.Y ¡hasta ahora¡ Aunque, me gustaría escribirle y preguntar :

- Hábleme de sus huevazos y pollón. Vivos o muertos, o cómo están. A los pies de usted me tiene para lo que quiera mandar. Ya sabe usted, que me lo vio : ¡en la punta del capullo tengo un lunar¡ Sólo con agua y con vino le puedo resucitar o echando la mi polla en agua sal.

- Desearía volver a verle antes de que se le coman los gusanos, no le trato de engañar.