"A cada puerco le llega su "Sushi"<br>
Por los pies o por la jeta"<br>
Me dijo un señor del Centro de Día "Juan de Padilla"<br>
Y yo me armé como un templario<br>
Convertido a la religión del Culo<br>
Diciéndome a mí mismo :<br>
- "No hay polvo que no llegue"<br>
Me fui, y me puse a la puerta de aquella iglesia<br>
De la Sagrada Familia<br>
Quedándome a la espera de encontrar<br>
A alguna solterona o viuda<br>
De esas que van a tomar un pinchito<br>
Al bar "los Cojonudos", en la calle los Herreros.<br>
¡Porras¡ y la encontré :<br>
Por su hablar, era argentina, no hay duda.<br>
Me dijo, al saludarla, que se llamaba Argentina<br>
Y yo le dije que me llamaba Martín Fierro<br>
Riendo los dos como dos bobos de baba.<br>
Aunque, la verdad, es que ella se llamaba<br>
Sussi de Chimbarongo, y yo San Martín.<br>
Como un sacristán que acompaña a su buen capellán<br>
Me fui con ella, justo al lado<br>
Para entrar en partes y comer de nuestro mismo pan.<br>
Al cabo de un rato, antes de entrar a su piso<br>
De un edificio de la calle doña Berenguela<br>
Ella me dijo :<br>
- Hoy quiero que seas mi master chef<br>
Y que hagamos sushi juntos.<br>
Respondiéndole yo :<br>
- Eso está hecho, querida. <br>
Yo comeré a tu olor, como tú a mi sabor.<br>
En su piso, ella, desnuda<br>
Con zapatillas de raso, que no se quitó<br>
Se hecho sobre una cama<br>
Mostrando un Chumino<br>
Que sí que costaba unos cuantos euros<br>
Con una mata de pelo negro<br>
Que tuve que descorrer con dificultad<br>
Para encontrar su pepita.<br>
- Antes de retozar como mujer y marido<br>
Quiero que te hagas una paja<br>
Rozando mi Chumino, me dijo.<br>
Yo le dije que se tapara los ojos <br>
Y que sus dedos abrieran los pelos<br>
Para que no se cerrasen sobre el Chumino<br>
Que yo, mientras frotase sobre él <br>
La lámpara de mi Aladino<br>
Le preguntaría :-Adivina quién te da<br>
Y quién, a la segunda, te la meterá<br>
No sin antes ella coger una cencerra<br>
Que me colocó en la muñeca<br>
Pues así, como ella misma dijo <br>
Sentiría, mientras yo me la frotaba<br>
Pasar sobre su Patagonia o Monte de Venus<br>
El sonido de los corderos y corderas<br>
Y el cantar de los guanches<br>
Que ya, en otro tiempo<br>
Habían gozado de ella<br>
Obligándome a que, después de hacer el Acto<br>
Como master chef del Culo que era<br>
Le hiciera un sushi de entre pierna.<br>
Y así fue :<br>
Después de tocar el cuerno de caza<br>
Y eyacular como un monje en Cuaresma<br>
Me preparé para entrarla y llegar al fin de ella<br>
Que mi obsesión siempre fue<br>
Al hacer el "potorreo"<br>
Asomar el glande por su garganta <br>
Y, al son de la mi cencerra<br>
Llegar a tocarle su campanilla.<br>
¡Así eché mi Pascua en su semana santa¡<br>
- Adiós, que se va mi master chef<br>
Gemía ella de placer.<br>
En esto, le hice un sushi de arroz con leche<br>
Con sus grandes y pequeños labios<br>
Y ella de alegría lloró.<br>
Arrastradito y con la lengua fuera<br>
Yo metí la cabeza entre sus muslos<br>
Y, sin darme cuenta<br>
Con las prisas de la lengua <br>
Tiré al suelo el arroz con leche<br>
Dejando fría la carne de pescado <br>
Sobre el colchón.<br>
- Adiós, mi Martín Fierro, gemía<br>
Y ven cuando quieras<br>
Que yo me soltaré los pelos del Chumino<br>
Para ti en mi aposento.<br>
La dejé echada sobre la cama<br>
Echando saliva por la boca<br>
Y espuma por el Chumino.<br>
Antes de salir por la puerta, me volví y le dije :<br>
- Tienes que mudar la cama.<br>
Ella, sin responderme, se puso a cantar<br>
Aquellos versos del "Martín Fierro" <br>
De José Hernández :<br>
"Aquí me pongo a cantar<br>
Al compás de la vigüela<br>
Que al hombre que lo desvela<br>
Una pena extraordinaria<br>
Como la ave solitaria<br>
Con el cantar se consuela."
