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Margarita, la mamá metaforizada de Carmen
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 Article publié le 23 juin 2019.

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Y reír, margarita era muy bella, y sentenció que cuando ya toque la hora, quiere que no olviden su sonrisa, algo queda en eso de hacerse polvo como pólvora en año viejo o castillos en el aire o qué mismo, a lo que le decía, coqueta, quieres ganarte el reino del universo con esa boquita pícara sonriendo al misterio, se echaba su carcajada.

Tuvimos nuestra forma irremediable de ser.

Margarita como ninguna otra.

Ella se impuso como pudo.

Tarea del presente en Carmen desmantelar al patriarcado y a cualquier acomplejado de animal político o conflicto de Edipo superior o inferior, cabo suelto eso del rabo o raíz del árbol y la guía del cable tierra atado al borde de la huella o del rastro.

Quién sabe más sabe menos.

A redescubrir el no saber cotidiano. menos que una y uno somos todo para dar espacio a insertarnos en menos muros complicados de perfiles, o que me importes tú no como tarima ni escalera ni Tonto útil, elección no fácil, trabajar fuera del poder de control remoto...

Le bromeaba, en la fecha símbolo de todas las madres de una, es tu día que me reconoce y me hace hija, y tengo una mamá, único día que la destronaba de pretensiones de hacerme su ñaña, a Roger nunca le dijo yerno, sino cuñado, esa era mi mami, contracorriente. Y de una fuerza para inventarse la vida. Nunca tuvo complejos frente al espejo, se quería, eso era más que suficiente ante lo extraño.

Tus panas de siempre te conocieron cada una en sus formas de guardianas del corazón de la memoria, quitaron cerrojos al dolor para que la boca no se encierre en la excusa de la queja.

Hay tanto explicable e inexplicable en un ser, y en cada quien, a veces no hay consejo que sirva para eso de acogerse a desmadejar cabo suelto que no lo enrede como eso de aprender amarrar los pasadores, que tanto cuesta en los diminutos dedos cuando se es niño y dando pasos para que pases a otro paso. Se necesitan dos para conversar o pelear.

Hay que salir de la etapa del gruñir.

La vida no es pasantía ni cartel de cartelera de propaganda.

¿Acaso una estructura en movimiento para caber en el cuerpo ?

El territorio es invento de habitar lo que cabe en la proyección de tu sombra en las 24 horas. Solo que confundimos con el rayo del Sol o eso de envidiar a la luna el poder habitar sin miedo la oscuridad.

El insomnio es otra forma de escudriñar al sueño.

Esto último fuera de contexto. Punto aparte a la alegoría del fantasma indefenso en el feto o neonato con su primera alucinación sin grito o con berrinche del primer llanto para a embonarse en su experimentar los inicios antes y después de nacer y eso de hacerse cargo de su vida por encargo de dos. 

El asunto es que no quedar embargado en el túnel de la culpa o de la angustia en eso de entrelazar el susodicho lenguaje que depara cada verbo revestido del otro para un tú, desde un él, a un ella o él, en el rayón de la infancia. 

No quedarse en la guardería del miedo culposo con los pesgostes de las primeras necesidades y llamándolo sucio, cochino, porque se orina o hace popo fuera del contexto por falta de ordenamiento al control y descontrol.

Falla la falta, falta la falla. La falta no es servicio por evacuar. Es un punto donde espacio y tiempo convergen a producir, un eureka, eso ha sido, toma su tiempo, o como me dijo alguien, dejar de hacer cagadas, solo que caí en cuenta después, por algo se comienza le remarco, para no tirar las heces reprimidas como mal de rabia o peste.

Si cada uno pudiese convertir en rompeolas al crio creador.

Acaso estaríamos con menos desperdicios o atiborrando de horror al suspenso.

Hablaba de Margarita. Ella era tenaz en rebuscar en lo que no le cabía como hipótesis. Tenía una capacidad para secuenciar la antítesis, se jugaba al doble, a tener bajo llave el caos, jugaba como una niña en los cuentos del amor que me faltó conocer.

Ambas fuimos malcriadas en eso de desafiarnos a que si, a que no, a que juguemos a la pájara pinta, a que llueva que llueva la bruja está en la cueva, a champipa se fue a la guerra, a dónde a la reina coja, cójala. Jugando al carnaval y yo ni corta ni perezosa a mis nueve años echándole el agua de la lavacara que me pesaba como pesadilla zas encima y me miró conque esa no esperaba de ti,

La desafiarla con el silencio quien aguanta más. 

A redescubrirnos hasta el último día anteroposterior a…

Ambas ternura y cariño imperecedero. Fue mi primera maestra de la letra, de la narrativa, del telar, del plantar una hoja en el cuaderno de la memoria donde la palabra papá coloree y la de mamá dibujé. En mi trazo pude caber orden y distancia a la falta para poder alejarnos y acercarnos. Anotó el caos en sus plantas acuáticas para insertarlo como una letra escondida en otra matita. Resembrar la reserva de salir a flote como una espíritude agua.


Fallar no es el fin del mundo, quizás el de un momento. Y quien está libre de la libertad armándote y desarmando en el cuerpo. Ella fue una diseñadora del molde de la ficción, esto es, rompía la fantasía como un cascarón para que salga el cuento. Solo que el suspenso la desesperaba.

Desenredaba el ovillo del nudo armando las entre escenas desayuno, almuerzo, merienda, y retazos de acciones pegando y despegando el formato del olvido y del recuerdo.

A veces el arcoíris se le escondía en el miocardio, se lo buscaba, y hacía una llamada larga como ola para surfista para contar lo que le pasa y no pasa en la prisa del vacío.

Cacerola de caracola la col del collage.

(Evité convertirme en una antropófaga)

Saqué la madre a la escritura, para rebelarme a esa palabra descolocada en mi nexo. Escribir fue descubrir al engendro amorfo del fantasma vaciado de amor o reclamando la falta atrincherada en la pasión…

Acto fallido nacer y morir para cualquiera, quizás no, algunos se sentirán privilegiados en la cuna o en la urna. Ella parecía una venus primeriza entrando a esa curiosidad sin nada en las manos.

No fue una esclava creyente. Sin embargo, conversaba con la misericordia su imperfección.

Acto significativo elegir vivir en uno. Una dirás.

Gracias a ese par en el accidente de conocerse y engendrar a la que se llamará Carmen. Yo, la hija, a seguir ruta sin evadirme de mis mínimos propósitos. Trabajo con el antro de la fantasía y lo real que conspira para expirar en el cuerpo. Trasbordo o traspaso al papel algo de lo lícito e ilícito de eso que es y no es.

Cada principiante en este transferir o traducir o intervenir o dactilar el proceso de algunos llevan su experiencia a la extrema potencia o impotencia, o dan porrazos extremadamente hasta llevar al borde del precipicio al cuerpo. Las dos vidas del autor y del creador pueden reducirse a fatal.

No se necesita perecer en la perdiz perdición.

Me declaré adicta a la vida. 

Hay la clase social de la vida y la muerte y la posibilidad del arte de permutar “la insoportable levedad del ser” o de ser.

El ideal es un dogmático superyó. Es un ello con garras sin advenir. Atranca hasta destrozar con el pico el corazón de la selva y del desierto del errante.

Tengo el maldito “hábito de pensar” y de interrumpirme para anotar el móvil blanco con y sin movimiento.

Ando firme en mi estatuilla de carne y hueso y palabras por aparecer.

 

carmen váscones

13/05/2019

 

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