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Manzanillo
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 Article publié le 10 octobre 2021.

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Lo último de mi historia en Paracho, en la primavera de 1955, fue que viajamos de excursión con los maestros y alumnos del Internado Indígena Fray Vasco de Quiroga al puerto de Manzanillo, Colima, para lo cual salimos de noche trepados en algo que parecía una lata de sardinas, porque íbamos hasta el tope, casi como viajar en un autobús urbano de esa época, en la ciudad de México, donde sólo nos faltaba llevar a algunos, los que no hubieran cabido dentro, agarrados de la puerta.

A ratos divisábamos en la penumbra las luces de varias poblaciones y algunos las fueron identificando.

---Estamos pasando por Jiquilpan ---dijo un maestro.

---Es más grande que Paracho ---explicó un alumno.

----Y tiene muy buena luz en las calles ---exclamó otro.

---Y en las casas, como en Paracho --- soltó riéndose, el primero

La risotada se transformó en la carcajada de muchos.

---Mejor cállense y déjennos dormir ---sentenció otro maestro y el silencio al ser acallado, tomó forma.

Sin embargo, los susurros continuaron y así escuchamos haber pasado por ciudad Guzmán, Colima y Tecomán, y amaneciendo llegamos al puerto, amaneciendo literalmente, pero adelantados un poco a la salida del sol, y por fin, medio amodorrado, el astro rey fue asomándose entre las nubes.

Nuestra primera experiencia vivencial del puerto la tuvimos en el muelle con el olor tan fuerte de zargazo y algo como petróleo o diesel, en donde pudimos observar y conocer todo tipo de barcos de gran calado. Ahí descubrimos muy vívidamente el mar y nos bañamos en la playa más cercana, pero era mar abierto y como la mayoría de los alumnos, don Nef y yo no sabíamos nadar, doña Atalita, mi bella madre, al ver que el oleaje era fuerte, habló con el Maestro Marcos Farfán, el tornero, en quien seguramente por ser tan fuerte y corpulento, pensó que podría ayudarnos para enfrentar el mar.

Mi mamá se acercó al maestro Marcos, un hombre muy grande, con quien nos recomendó con él, en cuerpo y alma, y como primera estrategia nos hizo tomarnos de las manos para enfrentar el oleaje, con lo cual nos defendíamos de las olas. Parecíamos una larguísima serpiente humana que en equipo de unas treinta personas, nos metíamos al agua y brincábamos al embate del oleaje, teniendo como guía a Marcos, ayudado por otro maestro, y ambos, magistralmente nos dirigían.

---¡Ola !--- gritaba uno y todos saltábamos para librarla.

No cabe duda de que la improvisada técnica nuestra fue copiada, pues no es raro ver a la gente de las gradas de los estadios, saltando para simular el oleaje. Y nos dio resultado porque fuera de uno que otro que se atragantó por tomar el salado líquido en exceso, no pasó a más.

Así repetimos la entrada a la ola varias veces y cuando nos hablaron de la hermosa playa de Santiago, convencimos a los maestros y nos dirigimos allá con el propósito de darnos el último remojón, para regresar luego a Paracho. Lo animosos se nos quitó cuando vimos al bajar del autobús, las olas de cinco o más metros de alto. Sólo estaba bañándose un muchacho que parecía flotar de muertito, cual cáscara de nuez, mecido por el movimiento del mar y el fuerte viento.

---¿Se anima usted maestro Marcos a meternos al agua ? ---preguntó mi mamá---. Allá en la otra playa controló usted a los muchachos. No tuvimos ningún percance, gracias a usted.

---No, gracias maestra Atalita. No creo en los milagros repetidos.

----Pero si lo hizo muy bien.

---Como le dije, maestra. Aquello fue un milagro que yo haya salido librado, y su muchacho también. No sé nadar y no quiero volver a arriesgarme y menos, arriesgar la vida de otros como la de su hijo Jorge, pues le repito, no sé nadar.

---¿Cómo le hizo… cómo le hicieron si no saben nadar ?

----Yo te contesto tu pregunta ---dije---. El miedo nos atenazó y todos formamos un frente a prueba de los embates del agua. No me quiero imaginar que habría pasado si un eslabón se hubiera zafado ---Marcos con su expresión de asentimiento fortaleció mi argumento.

---No, ni de broma lo hacemos de nuevo ---dijo mi mamá y sentenció--- : “No tentéis a los dioses que pueden ponerse celosos”.

---¡Amén ! ---dijimos en coro.

 

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