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El herminia ataca
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 Article publié le 14 novembre 2021.

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—Estoy inquieta ---dijo mi mamá Atalita a las ocho treinta de la mañana ---el ciclón Herminia está cerca de Chetumal y tú quieres ir para allá hoy.

---Para que estés tranquila, llamaré, preguntando, cómo está el clima y de acuerdo como me digan, viajo o no con Atalita y Jorgito.

Disqué el teléfono marcando el número de la familia Amaro

---¿Gaby, sí ? Hablo desde San Cristóbal de Las Casas ---dije --- ¿Cómo está el clima ? Llamo pidiendo informes sobre el huracán.

---Esplendoroso, el sol está sin una sola nube. Todo tranquilo.

---Por favor avísale a Chanita que en unos minutos salimos para allá.

---Les mandaré tu recado, porque están muy alebrestadas en el Issste. Dinita ya está con avisos de parto. Aquí sólo estoy con los chamacos.

---En un rato estaremos saliendo ; calculo que en la noche estaremos en casa. Gracias.

---Buen viaje, pues, cuídense.

---No nos despedimos de mi mami, sólo fue un : “hasta la próxima”, hecho difícil para todos porque este año del 80 desde enero, nos trapeó feo con los casi cuatro meses de haber estado su mamá, interna en el Issste, un mes en Tuxtla y casi los cuatro en México, por una infección de e coli que casi la mata.

“---¿Voy bien o me regreso ? ---dije a mis hijos, armando plática para no dormirnos durante este tirón de más de diez horas de carretera---. ¿Te costó trabajo la despedida, Jorgito ?

--- ¿La mera verdad ? Un montón, pues apenas hace dos meses que el 17 de julio llegamos de Sancris, y nos vamos de regreso hoy 19 de septiembre. Dos meses después, por cierto.

---Muy poco tiempo para asimilarlo para todos ---dijo Atalita.

Durante lo sinuoso del camino, nada más tocamos algunos tópicos alusivos a la ruta. En cuanto entramos a Pichucalco dirigí la nave hasta un restorán ubicado frente al parque, en donde disfruté con fruición un pescado frito.

Regresamos a la carretera y en el cruce cargamos combustible y enfilamos rumbo a Villahermosa, ciudad que cruzamos directamente a la caseta de cuota. Volvimos a la plática para no aburrirnos con la interminable recta que nos llevó a la otra caseta.

---Parece mentira que pague uno por los baches ---solté con sorna.

---Creo que ya estaban desde la primera vez que pasamos en el volcho ---aseveró Atalita. Reímos los tres.

Nuestro avance era con la intención de cruzar a Escárcega para abastecernos de combustible.

---No sé si es mi apreciación personal, pero… ---la voz de Atalita salió con matices de miedo---ya está obscureciendo y eso no me gusta mucho, es muy rápido…

---…como cuando va a llover ---terció Jorgito.

---Ya lo había comenzado a percibir a ratos, nada seguro ---pude decir, en lo que se sintió el primer cubetazo de agua sobre el parabrisas, al menos eso pensé de momento, para luego corroborar que eran rsmalazos de lluvia muy duros, chocando contra el cristal panorámico.

---¡Son ráfagas muy fuertes de lluvia y aire que se estrellan contra nosotros, por toda la carroceria ! ---gritó mi hija.

---Prende las luces y los limpiadores del parabrisas ---pidió mi hijo.

Aunque cumplí con las peticiones, no se veía nada.

---Enciende los limpiaparabrisas al máximo, es mucha el agua.

----Están al máximo, Jorgito. Voy a poner la luz en baja ---la visibilidad mejoró un poco, pese a que al Dogde dart 76 tenía faros de halógeno y aunque la luz era muy potente, no cumplía bien con su cometido. Hasta ese momento nuestro avance era lento, pues íbamos contra el viento y un pertinaz pderosísimo aguacero, con gotas muy gruesas, al principio, que luego se convirtió en una especie de rociado muy fino, pero muy fuerte y tupido

 La resistencia contra el vehículo era grande y reduje la velocidad porque el juego del agua encharcandose en el piso hacía que las imperfecciones del asfalto parecieran grandes y profundos baches que nos zarandeaban y el ruido en las salpicaderas combinado con el ulular del viento, alteraban nuestro debilitado sistema nervioso. Atalita batallaba con la franela para contrarrestar el empañado del cristal, porque no teníamos sistema de aire acondicionado y las ventanas laterales iban medio cerradas, para no mojarnos más de la cuenta.

---¡Cuidado papi, estamos yendo por el carril izquierdo !—advirtió Atalita.

----No veo ningún vehículo ---Jorgito vio atrás--- siguiéndonos.

----Qué bueno el no habernos cruzado con nadie. De seguro nosotros íbamos a ser papilla gracias a un choque de frente, por no ver.

Como que ya estábamos siendo partes del caos o nuestros cerebros nos adaptaban para poder sobrellevar el fenómeno visual, físico y sonoro. Pensé en cuando entras a una discoteca dónde los, ruidos, los sonidos de todo tipo, te dan, de momento dolor de cabeza y cuando la mente los discrimina, todo parece y se siente normal.

Di gracias a Dios porque a pesar de estar en medio de una tormenta, la íbamos sorteando y me sentí todo un filósofo al pensar en que no hay mal que dure cien años. Les comenté a los chicos y nos sirvió para calmarnos. Máxime cuando mi hijo acotó : sí, no hay mal que dure cien años, ni burro que lo aguante. No tuvimos idea de cuánto tiempo estuvimos batallando hasta que de pronto, cual milagro, el agua, la lluvia y el aire se esfumaron y pude divisar la gasolinera de Escárcega.

Los despachadores se acercaron corriendo hacia nosotros, espantados.

---¡Cómo le hicieron para pasar el huracán ? ---gritó el adelantado.

---¿Huracán ? ---pregunté.

---¡El huracán Herminia que se metió por Belice ! – dijo otro.

---Salió de por acá--- señaló hacia el sur y después al poniente y se fue por la carretera, donde seguramente lo toparon.

Cargamos gas y seguimos nuestro viaje a la capital de Quintana Roo, con la idea de que los de la gasolinera nos cotorrearon con lo de que cruzamos el ciclón, como si eso fuera fácil. Al llegar al poblado de Constitución nos encontramos dos tremendos arbolotes atravesados tapando el paso, al parecer arrancados de cuajo con todo y raíces. Seguramente por los efectos del ciclón que Dios nos permitió sortear con vida el huracán Herminia

 

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