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Alguien que está junto a la ventana cuando cae la noche - Kafka y Borges
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 Article publié le 10 avril 2022.

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“Pero tú te sientas junto a tu ventana y te lo imaginas cuando cae la noche” : así termina “Un mensaje imperial”, texto de Kafka que leo en clase, junto a “Ante la ley”, por sentir que dicen a Kafka por completo, dicen el misterio de sus construcciones, y cómo éste -y éstas- pueden quedar condensadas en una carga de significación que se siente infinita en un texto muy breve, en una parábola o construcción alegórica terrible, que preguntas terribles nos abre sobre la existencia del hombre y sus límites, sus fronteras. No dejo de fijarme en esta frase última y que aquí transcribo. Son historias de cumplimiento imposible, que ya se sabe imposible, de fracaso sabido, en el cumplimiento de esa misión -así lo representa en este punto “Un mensaje imperial”-, y también en la impotencia en la relación con el poder, que representa esa puerta que no se abre de “Ante la ley”. Puerta cerrada, que se sabe no se abrirá, y ante la que se empeña y cumple la vida, como el emisario del mensaje que no puede llegar. Hay un componente personal y casi se diría que íntimo -pues sólo te toca a ti, y de esta manera- en esta relación con el poder y su agresión y su abuso, y la representa la frase final de “Ante la ley”, y es la que dice con una voz atronadora el guardián al desfallecido tras la vida que ha sido inútil espera : “Nadie podía pretenderlo, porque esta entrada era solamente para ti. Ahora voy a cerrarla”. Así, sí, esta relación, esta dependencia, esta sumisión. “Un mensaje imperial” y “Ante la ley” son textos que elegí para que dijeran a Kafka y lo representaran. Vuelvo a leer La condena, entre los que se encuentran, por haberme hecho pensar en Kafka Canetti, y vuelvo a estos textos queridos. Me fijo en que el texto que precede a “Ante la ley”, “Un viejo manuscrito”, completaría a estos dos que elegí, los complementaría muy bien, y que además es un texto que en estos momentos nos percute especialmente. Ésta es su frase final, una frase que sirve de resumen del sentimiento ante la existencia y la relación con el poder y quizá el misterio de lo íntimo que hay en Kafka. “Hay algún malentendido, y ese malentendido será nuestra ruina”. El misterio de lo íntimo, así lo he dicho. La vida íntima, y la vida interior -o al revés quizá mejor. Señalaba la frase final de “Un mensaje imperial” porque denota y delata el componente personal y subjetivo de estas construcciones, de estas alegorías, como es alguien que está junto a la ventana cuando cae la noche que las piensa y las sufre y sueña y teme e imagina. Y las dice para todos. Hay y permanece este componente personal y hasta íntimo en estas construcciones que sirven como preguntas que nos asoman a un abismo sobre la existencia del hombre y su condición y que son para todos. Pero que se imagina ese hombre -él, y sólo él, aunque lo haga para todos-, junto a la ventana cuando cae la noche. Siempre me he fijado en esta frase final, me ha dado como llave ese sentido. Pero pienso también ahora en lo íntimo, en el laberinto también tortuoso de la vida íntima. Elias Canetti traza el paralelismo entre el proceso que vivió Kafka en una relación de su vida íntima -al que llama el otro proceso- y cómo éste influyó en su escribir y lo determinó y se trasladó además a El proceso. De ahí el título de Canetti. Pero esta relación que establece nos dice muchas cosas, y cabe preguntarse por ellas, aunque sea de un modo sucinto. ¿Qué habrá en lo íntimo, en lo interior, en lo más adentro del espíritu, qué habrá que haga nacer y construir parábolas para todos en cuanto a la condición del hombre ? ¿Qué fuente para ello es ? Toda fuente, me digo, me respondo. Es la raíz y la fuente. Lo denota la frase final de “Un mensaje imperial”, a ella voy y con ella señalo este carácter personal y subjetivo de estas construcciones -pues las ha hecho un artista-, pero cabe también preguntarse por este enraizamiento en lo más hondo, en lo interior y lo íntimo.

 

La condena de Kafka estaba en un estante de la librería de la galería, echada encima de los libros, y junto a El Aleph de Borges. Hay en este libro algunos de sus más célebres cuentos. Quizá relea algunos –“El Aleph”, claro, y “Emma Zunz”, “Deutsches Requiem”, “La escritura del Dios”, “El Zahir”, “La intrusa”. En estas narraciones de Borges, que tiene a veces algún punto de Kafka -no en vano Borges comprendió muy bien a Kafka-, y que son también para todos, hay también, me parece, algo personal y subjetivo, algo del Borges más íntimo en ellas. Que esto esté y permanezca las sustenta. Así lo digo y aclaro, como hace Kafka al final de uno de sus textos espléndidos en una frase con la que me ha hecho empezar esta prosa.

 

 

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