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El ángel de la creación (José Ángel Valente)
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 Article publié le 24 avril 2022.

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En junio de 1990, participé junto a otros poetas en la sección “Pliego de Poesía” de la revista El Ciervo, en la que se nos pedía que respondiéramos a una pregunta imposible (así lo he dicho a veces), “¿Cómo se hace un poema ?”, y a nuestro texto reflexivo en respuesta a la misma acompañáramos un poema. Ambos -poema y texto- inéditos, petición ésta, como sabemos, recurrente en las publicaciones. Escribí un texto expresamente para esta respuesta, aunque incluyendo en él convicciones tenidas desde muy al principio, y acompañé el poema que se incluía en mi segundo libro de poemas y que llevaba el título de éste, Ética confirmada, que se publicaba entonces. El Ciervo dedicó tres Pliego de Poesía de ese tiempo a esta cuestión, en la que participaron de esta manera diversos poetas. Uno de ellos fue José Ángel Valente, amigo de siempre de la revista, y quien acompañó su poema y texto con unas líneas dirigidas al director de la revista y que eran una respuesta y un comentario sobre esta cuestión recurrente de la petición de algo inédito, y en la revista las reprodujeron. Dicen así : “Te mando un viejo poema donde se cuenta cómo se hace un poema y un viejo fragmento de prosa donde se cuenta lo mismo. Aunque están publicados, son inéditos. Todo es inédito. Nadie lee nada. Con el viejo recuerdo y toda la amistad de, José Ángel Valente”. En 2001, con motivo del 50 aniversario de la fundación de la revista (pues fue en 1951), se organizó entre otras cosas la publicación de un libro en la Editorial Pre-Textos que reuniera estas colaboraciones de estos tres Pliego de Poesía de ese año 1990, y para esa ocasión se pidió a otros poetas que respondieran a esta pregunta y participaran de igual modo que lo habíamos hecho nosotros en su día. Pre-Textos lo publicó en octubre de 2002, y recuerdo que participé en la presentación del libro en Barcelona, en la Casa del Libro del Paseo de Gracia, participación que consintió por mi parte en la lectura del poema que se incluía en mi colaboración, “Ética confirmada”. José Ángel Valente y yo coincidimos en ese tiempo, en esa colaboración primera que luego se recogió en ese libro, pero ese tiempo era también el de mi aparición como poeta y mis primeros libros como tal, y fue en el que a través de los cuales nos encontramos y tratamos, al conocer él mi poesía en estos primeros libros, un trato de mutuo aprecio, de mutuo respeto, que empieza entonces. Mi libro Hospital de Inocentes se publicó en enero de 1989, y se lo envié a Almería. Valente me escribió un año después, cosa que pensaba, me decía, podía parecerme extraña -el que me escribiera un año después de que le enviara el libro-, pero de la que me daba razones personales para esta tardanza en la carta que me escribía y sobre todo el motivo de que no quería dejar de hacerlo, de escribirme y responder al envío de mi primer libro. Pero quiero dejar que lo diga él con sus palabras. Me escribió José Ángel Valente en esa carta fechada en Almería el 13 de marzo de 1990 : “Querido amigo : Le parecerá raro recibir estas líneas al cabo de un año. Ha sido éste un tiempo particularmente difícil para mí, en el que no he podido contestarle. No quería, sin embargo, dejar de agradecerle el envío de Hospital de Inocentes y hacerle llegar mis mejores votos para el largo camino que se abre ante usted. Reciba un afectuoso saludo, José Ángel Valente”. Y también desde Almería, con fecha 25.IX.1990, me escribió en relación a mi segundo libro de poemas, Ética confirmada, para decirme -son sus palabras- “que lo que viene a confirmar es su poesía, tan personal, tan real”. El poema que llevaba el título de este libro, como decía antes, salió en una colaboración en la revista El Ciervo también en 1990 y en la que coincidimos. He acudido muchas veces a su texto allí publicado, titulado “Avance por tanteo”, por considerar fundamentales muchas de las cosas que allí dice. Y he acudido también, y he citado, su juicio y comentario sobre lo inédito que acompañaba y precedía a ese texto. He dicho alguna vez que lo he recordado que, pese a este pesimismo de Valente, expresado de forma tan afortunada y lapidaria en esas líneas, yo quiero ser más optimista y pensar que sí se lee, que se lee algo, quizá porque yo sí leo, y que se leen incluso libros en principio más minoritarios, o que se piensan que no van a tener muchos lectores. Desde luego yo los leo. Por esto he leído a Valente, y no sólo sus poemas -que me han acompañado siempre-, sino que he estado atento también a libros que han aparecido de manera póstuma y que son particulares en cuanto a género, que podríamos considerar complementarios -de allí esta publicación póstuma- pero que a mí me han interesado muchísimo y he comprado y leído al momento. Así hice con Diario anónimo, y ahora con El ángel de la creación, un libro que reúne una selección de sus entrevistas. Lo compré con mucho interés, seguro de su valor y de la aportación que era y que para mí sería, cuando se publicó, pero lo he leído estos días pasados, y lo he leído intensamente, casi lo he devorado.

 

En el prólogo a este libro, Andrés Sánchez Robayna hace preciosas consideraciones sobre las entrevistas y conversaciones, el posible género aparte que constituyen y lo que permiten. Es así, y se ve de modo muy claro en este libro que reúne una selección de las de Valente, entrevistas propiamente dichas y también textos más atípicos, y que conforman un corpus que traza una imagen de él y de su vida de poeta, su vida y su andar y su pensar, su sentir y respirar la poesía y en poesía. Este posible género híbrido y particular puede permitir e invitar al poeta a decir al vuelo algún pensar u observación nacidos en ese momento, y darle pie a desarrollar sus concepciones. Así se da en este libro, así siento que pasa, que sucede con Valente y lo que dice. También la imagen de su vida -vida de poeta- y su poesía y el pensarla y adentrarse en ella que conforma. La vida que por ello te transmite. Una vida de poeta, pues empieza con la primera entrevista que se le hace al concedérsele el Premio Adonáis (“El Premio Adonáis 1954”), y continúa con la que lleva el significativo título de “La vida a los 25 años”, y con la última que concede y que se publica el año 2001. Las ideas, cuestiones, preocupaciones y ejes temáticos se imbrican, y le vemos volver sobre ello. He dicho a veces que veo en una afirmación de Ramón Gaya, “Yo no repito : insisto”, un emblema del hacer y vivir del artista, y el que así suceda y se vea en el corpus de textos, entrevistas y conversaciones con Valente que reúne este libro atestigua sencillamente y da la medida de su verdad. Su verdad y su riqueza de contenidos y de perspectivas. De juicios, de testimonios, de observaciones. Serían tantos los que se podrían destacar. Voy, sin pretensión de exhaustividad ni de hacer un análisis equilibrado y completo de los mismos, a referirme a los que más me vienen ahora al recuerdo.

 

Hay, por supuesto, cuestiones relativas a un tiempo concreto de la cultura, a una situación histórica de la poesía o el tiempo en que el poeta vive, y juicios lúcidos y valiosos sobre éstos, sobre la poesía social o crítica, por ejemplo, o sobre la cuestión de las generaciones, y de su generación –“Como sabes, cronológicamente pertenezco a eso que se ha llamado la “generación de los 50”, y cada vez que escucho tal cosa me recorre un escalofrío : me parece que son cincuenta tíos que vienen a caballo y amenazan con atropellarse. Pero aquí debo aclarar que, a mi parecer, uno pertenece a un grupo generacional sólo en el punto de partida. Es una situación -para ilustrar lo que te digo- en la que todos los corredores están alineados y dispuestos a coger impulso para salir ; una vez que resuena el pistoletazo y comienza la carrera, el grupo deja de convivir, se disgrega y cada uno se convierte en corredor solitario. El escritor es lo opuesto al grupo : empieza a vivir cuando el grupo fenece porque éste es su matriz”. Creo que especialmente valiosas son sus aportaciones que resultan excéntricas, en el sentido de que son muy personales y escapan a lo común de ese tiempo, y dan medida (he hablado antes de la medida de su verdad) de su singularidad y su valor. Destacan entre ellas los pensamientos y consideraciones, la situación y juicio de valor respecto a los escritores hispanoamericanos, a la literatura hispanoamericana -y también a la lengua que a los dos lados del océano nos une. Es una cuestión personal, que arranca de un motivo de vida personal, ya que convivió y trabó amistad con ellos desde joven, por vivir en un colegio mayor en el que también se alojaban hispanoamericanos -escritores que fueron célebres y con los que se trata y conoce entonces-, y esto incide en su inusual conocimiento y comprensión, en la conciencia de su valor e importancia, de cómo en ellos, en los escritores hispanoamericanos sigue viva de manera más profunda y enraizada la tradición literaria española, con la que entroncan de otro modo, más de raíz y verdadero, en lo hondo, que en los escritores españoles, y cómo sin tener la conciencia de ser una misma comunidad de cultura, una tradición única, el escritor español no va a entender nada de ésta. Lo dice de varios, acertados y tajantes modos. Valga esta afirmación respecto de esto último : “En realidad, yo me entendí siempre mejor con los poetas hispanoamericanos que con los españoles. Aparte de que la tradición española está mejor entendida y representada por poetas hispanoamericanos que por los españoles. Por ejemplo, Neruda conecta con Quevedo y Westphalen conecta con San Juan de la Cruz cuando por la misma época los españoles del 27 imitaban a Góngora de un modo manierista más bien de pacotilla”. Y respecto a lo que comentaba antes : “Nosotros como peninsulares tenemos la necesidad de comunicarnos con el otro lado de la lengua, y yo me he comunicado mucho toda mi vida. En primer lugar porque recién llegado a Madrid viví en un colegio que pertenecía al Instituto de Cultura Hispánica y allí inicié mi amistad con alumnos latinoamericanos : Ernesto Cardenal, Carlos Martínez Rivas, Ernesto Mejía Sánchez… Gracias a ellos pude leer a Borges, cuando Borges no era conocido en España ni en Francia. Porque Borges es conocido en España cuando lo descubren los franceses (caso idéntico al de Pessoa), fíjese qué desgracia. Eso me hizo descubrir que había otra fracción importante en la lengua que no seguía las mismas líneas que la poesía española. Y desde el comienzo recibí la influencia capital de José Asunción Silva, Vallejo, de Neruda y, evidentemente, antes de todos, Rubén Darío. Borges fue para mí también esencial. Todos ellos forman parte de mi tradición poética personal tanto como los escritores españoles. Además, creo que algunos de ellos entendieron mejor que los peninsulares ciertos elementos de nuestra herencia troncal. Y en esta situación considero que está José Lezama Lima”. 

 

Mención aparte merece para mí el testimonio que da de Jorge Luis Borges, y que es, pienso, un testimonio doble -y el así decirlo, pienso, es algo que le gustaría al autor de “Borges y yo” y “El otro”, algo tan propio de él. Porque da un testimonio sobre Borges, el Borges personal, de una lucidez y delicadeza y seguramente justicia sobre él que no he visto, porque así, con bondad y afecto no se ha querido decir. Su valor como escritor, pero también un testimonio personal, de carácter íntimo sobre él. En los dos aspectos son testimonios que aciertan, me parece, y que a la vez (y también por ello) son muy singulares. Aquí la razón que da de su significación y valor del todo extraordinarios como escritor, de su aportación única como tal para nuestra lengua, testimonio que como digo considero un completo acierto : “Yo tengo una gran veneración por Borges, con quien todas las personas que escribimos en lengua castellana tenemos una deuda enorme. Hay escritores que son muy importantes, pero hay escritores que además de ser importantes modifican las posibilidades de imaginar en una lengua y eso es lo que ha hecho Borges. No se lo podremos pagar nunca, Borges ha abierto o forzado los límites de lo imaginario”. Y aquí el testimonio delicado sobre el Borges personal e íntimo, que es algo insólito como digo y que me ha gustado muchísimo encontrar : “Era muy simpático Borges. Y después, cuando íbamos paseando por Buenos Aires, lo paraban todo el tiempo. Él, que era un experto en reírse de sí mismo, me decía : “Todo esto, como puede imaginar, es una cosa montada para impresionarlo a usted. Toda esta gente tengo que pagarla yo”. Era muy simpático, muy inteligente y muy modesto en el fondo, este tipo de persona que se despega de sí mismo, que no termina de creer que existe. A mí me interesa muchísimo esto porque además creo que también me pasa un poco a mí, que no creo que exista completamente. Pero, bien, esto es otro tema”.

 

“Usted deja todas las puertas abiertas”, le dijo José Lezama Lima a José Ángel Valente cuando se iba de Cuba, y de Lezama traza también Valente una semblanza preciosa, como precioso dice Valente que es esto que le dijo al despedirse, y es Valente una puerta abierta, son puertas abiertas e inéditas, nuevas, por las que transita y nos trae, por las que accede y nos llega a través de ellas otro aire. Hay una raíz de vida personal, y él mismo nos lo dice -y que arranca muy al principio-, como he señalado, en su vivencia de la literatura hispanoamericana y la conciencia de su necesidad y su valor, y también la hay en su abertura a Europa. Porque Valente es también puerta abierta a Europa, y desde ella, desde su adentro, en el adentro de su cultura, la comprensión también de lo nuestro, la comprensión desde ella de lo que los escritores españoles para ella -Europa- han sido. Desde su posición excéntrica tantas cosas, como el beber de fuentes en su país insólitas y siempre, en todas estas posiciones personales, el carácter personal que las decide y conforma. El valor de su aventura independiente, de sus juicios y consideraciones, es el de su personalidad y su libertad. Porque hay algo personal en una trayectoria e indagación en arte, en el empeñar la vida en esa aventura. Quiero decir que, aparte de estas explicaciones o circunstancias, hay algo que está en la persona, dentro, e influye y decide muy principalmente (así lo creo) cómo se da y se cumple esa trayectoria. Creo que esto se puede percibir muy claramente en la de Valente, en él y su trayectoria, cómo la cumplió. En su independencia y su libertad. Hay situaciones históricas, temas y cuestiones que preocupan o que resultan centrales en un tiempo y por las que se le pregunta y a las que se refiere, y el libro y su testimonio de poeta lo es en este sentido también de un tiempo y sus asuntos. Pero hay algo personal, sí, insisto. Y es que en esa aportación insustituible que es el testimonio de su vida de poeta están -la conforman- la independencia y la libertad, el valor y la verdad con que la vive, con que se adentra en su pensamiento, así como el carácter excéntrico e insólito en nuestro panorama cultural de los núcleos de preocupación alrededor de los que se constituye, como, será un ejemplo, la unión y convivencia entre las artes, o la condición de exilio, la tradición oriental, o las fuentes de las que bebe y las lecturas a las que accede, que le hacen tener también una formación insólita. Y -lo he dicho, lo repito- cómo vive estas cuestiones y las piensa, se adentra en ellas y en verdad le constituyen, con una independencia, una libertad y un valor también inusuales, y que hacen de esta vida y testimonio de poeta, como digo -repito, insisto-, algo excéntrico en nuestro panorama y que hace que sea en él (porque esto es algo que ya lo es en sí misma) aún más fundamental. Pienso, entre otras cosas, en la unión entre poesía y mística, cómo se da el poema, su aparición, su génesis y su misterio, la fascinación del enigma, lo que en esencia lo constituye, como recuerdo haber leído en otro texto y es aspecto crucial y aquí va glosando en diversos momentos y diversas maneras que se le acercan, cuando así se le propone e invita a ello. La importancia única e insustituible de San Juan de la Cruz, la rareza de su no inclusión en la tradición española -rareza por éste su valor único-, por la no comprensión de éste. Y la libertad.

 

En esta indagación en poesía y arte y el testimonio de la misma hay una verdad, una independencia y un valor que escapan a las directrices o criterios impuestos, dominantes o de moda de un tiempo, que son trabas o censuras efectivas aunque aceptadas y a veces hasta no sabidas. Un dislate nos cuenta José Ángel Valente de la censura de verdad -quiero decir de la censura política, de la censura de las dictaduras- a raíz de un comentario que le escribe en una carta José Lezama Lima : “Porque el epistolario en sí no es muy extenso, sólo tengo las cartas de Lezama a María y a mí y las cartas de María Luisa -su mujer- a María en que le relata las circunstancias de la muerte de Lezama. Alguna carta he publicado ya. Por ejemplo, cuando edité la Guía espiritual de Molinos, la primera persona a la que se la mandé fue a él. Lo hice desde Ginebra con mi propio remite, y al cabo de un mes, recibí una carta en la que me decía : “Sé que ha publicado un libro sobre Molinos. Me gustaría tanto poder leerlo. Si pudiera indicarme la editorial…”. Yo me quedé desolado. Volví a escribir diciéndole que se lo enviaría de nuevo. Y esta vez lo hice desde Madrid con remite distinto para que no figurara mi nombre. En ese momento llegó el libro (además Franco siempre tuvo buenas relaciones con Fidel) y Lezama recibió una carta de la censura diciendo que no se lo podían entregar porque era un libro de “espiritismo”. Esa carta la he publicado con un comentario mío explicando que cuando tuvo lugar en Chile el golpe de estado, los militares destruían los libros sobre cubismo porque creían que eran sobre Cuba. En Cuba pasaba igual, de espiritual, espiritismo. Lo que demuestra que la única internacional que funcionaba era la de los censores”. Pero, como digo, hay otras censuras aceptadas y hasta invisibles, incluso hasta exaltadas, gozosamente practicadas, además de la censura de carácter político y propia de los regímenes dictatoriales. Y a ella escapa, siempre, en su independencia, en su valor y en su libertad, el pensamiento de Valente, y por ello es tan valioso. Censura, como indico, que pueden ser las modas o temas o directrices dominantes en materia de cultura, pero también de carácter, de personalidad, de cuestiones, quiero decir, del escritor como persona -y que le hacen ser de un modo u otro (como escritor y como persona). El gusto por el poder y su docilidad a él o su independencia de éste, pese al precio que esta independencia lleva a pagar, o la misma estupidez -a veces, como la afición, general. Creo que dice algo respecto a la estupidez. Tendría que buscarlo en el libro. Adolfo Bioy Casares dice en unas conversaciones que leí hace muchos años y según creo recordar que la estupidez era una forma de la maldad. Me llamó la atención, por encontrarlo muy cierto, y por esto lo recuerdo. Y lo recuerdo (pero tendría que buscarlo y encontrarlo para asegurarme de que es así) al pensar en lo que dice de ella, de la estupidez, José Ángel Valente en alguna entrevista o conversación. En todo caso, así es. Y la estupidez impide el respeto y la comprensión, es una barrera moral y por tanto también para la estética -el arte.

 

En la carta que me escribió con motivo de mi primer libro, José Ángel Valente me hablaba “del largo camino que se abre ante usted” -y me expresaba sus mejores votos para éste. En este libro que reúne sus conversaciones y entrevistas podemos ver su camino ya cumplido, y verlo desde su primer libro. En mi primer libro conoció él mi poesía, y ahora yo leo éste su camino cumplido en este libro de entrevistas con el mío ya muy o bastante andado -no lo sabemos. Veo cómo se cumple y da su camino hasta el final. La palabra final -y lo que nos puede invitar a pensar y sentir- está en el título de uno de mis libros, Hasta el final camina el canto, y recordé en su presentación en el Instituto Cervantes de Nápoles un aforismo de Bergamín en que éste -el final, o más exactamente el fin- también está, y lo recuerdo de nuevo ahora por cómo veo y dan testimonio estas entrevistas se cumplió el camino, el pensamiento y la poesía de José Ángel Valente. Éste es el aforismo de José Bergamín : “No pienses nada o piensa hasta el fin./ ¡Qué pocos se atreven a seguir hasta el fin su propio pensamiento !”. Lo dije aquel día en Nápoles, y pasó después a la “Nota a la edición” del siguiente libro publicado en la colección El Bardo, Sobre el cielo imposible, en el que se terminaban de dar a conocer, habiendo conformado una tetralogía, los 942 poemas que escribí el año 2009 tras veinte años de silencio. Lo recuerdo ahora porque pienso que este libro nos deja ver cómo José Ángel Valente cumplió en su vida, su pensamiento y poesía este aforismo de Bergamín. Porque llevó su pensamiento hasta el final. Lo cual puede conllevar un riesgo, y hasta tener conciencia de él, y aun así hacerlo, tener que hacerlo, por ser fiel a uno mismo y su verdad. Así lo hace en verdad Valente, y expresa la conciencia de ese riesgo (pues anota le dicen que ha elegido un camino difícil, que lleva a la sequedad), y la necesidad, pese a ello, de cumplir su destino de poeta tal como sentía se le iba imponiendo y conformando -y así nos lo dice en algún momento, como en éste : “En aquellos días en que marché a Oxford, yo me había asomado al mundo de la literatura inglesa, y estaba fascinado. Admiraba mucho a Luis Cernuda, un hombre capital que me influyó decisivamente. Pero la suya no era la influencia que procede de la imitación directa de su obra, sino más bien la que deriva de haber seguido su trayectoria, de haber leído las mismas cosas que él leyó, de haber tratado de ir más allá que él. Él señalaba hacia un sitio y yo iba allí. Mi relación con Cernuda sería la que estudia Harold Bloom en un ensayo titulado La ansiedad de la influencia. Y que habla de esa influencia que te obliga a asumir, a devorar, a hacer carne tuya al poeta que te influye como a mí me influyó Cernuda. Y superarlo. Ir más lejos, tratar de ir más lejos, aunque en ese esfuerzo puedas romperte la crisma. Pero el esfuerzo es lo que vale. Me han dicho muchas veces, y lo he oído, que he cogido un camino muy difícil, un camino que se va a ir esterilizando, que se va a ir secando. Y, sin embargo, cada uno sigue el camino que tiene que seguir”. “No eches de menos un destino más fácil” es un verso de Luis Cernuda que he citado a veces como emblema, y dicho que es un lema que debe decirse a sí mismo el poeta. Aquí nos lo dice José Ángel Valente, quien da un testimonio precioso, en relación a su vida y testimonio de poeta, de su singular vinculación con Luis Cernuda.

 

En este final y la conciencia de este final está, entre otras cosas, la de escribir como quien escribe un diario. Así nos lo dice también en algún momento, como en éste : “Nadie pertenece, en efecto, a lo que ha de ser o es ya el ciclo tercero de mi escritura. La característica más acusada de ese ciclo es el retorno de una experiencia extrema, en la que la palabra ha sido abrasada, a una nueva forma de convivencia con esa palabra misma, cuya absoluta libertad queda ya plenamente admitida. La escritura no se produce ahora en función del proyecto de un libro, sino en función del mero respirar. Es tan sólo -al fin- como escribir un diario”. O en este otro, que se encuentra en su penúltima entrevista : “No existe en realidad tal proyecto. Sé que más o menos he entrado en una fase de escritura en la que no escribo un libro cerrado alrededor de un tema, escribo como quien escribe un diario”. Esta conciencia que alcanza y cumple al final -el escribir así- es algo que de manera natural me ha de llamar la atención. Porque yo, desde que volví a escribir, desde mi vuelta a la escritura el año 2009 -y son ya años de escribir desde entonces-, escribo un diario, siento que es lo que escribo y no otra cosa puedo hacer en mi escribir. Por esto me llamó la atención -y ha pasado a algún poema de La antigua luz de la poesía, y lo refería al presentarla en la Real Academia de España en Roma- lo que cuenta en sus memorias la viuda de Mandelstam acerca de cómo de joven le preocupaba y daba mucho trabajo la organización de sus libros y luego sintió y supo que tenía que presentar las coas tal y como las había escrito. Como habían surgido. Me llamó la atención porque también así sentí yo que debía hacer. No digo -y no creo que sea así- que la conciencia de escribir como quien escribe un diario (y así hacerlo) que alcanza en su final Valente sea la misma que pueda tener yo en mi escribir, no digo esto ni quiero decirlo, pero sí que algo de esto que refiero hay. El escribir en libertad y desde una manera natural en su más absoluta radicalidad, y que es el casi dejar que se escriba en uno, que uno sea escrito. Que la palabra se cumpla y haga fuera de todo programa o ideación o previas concepciones, y dejar que así se haga -hágase en mí tu palabra. Escribir como quien respira. Creo que esto sí está en la conciencia de escribir un diario que tiene al final de su vida y destino de poeta José Ángel Valente, y él nos lo dice.

 

Además, resulta que esta cuestión de escribir en realidad un diario, y que uno caiga con cierto asombro en ello -y tenga que pensarlo y que decírselo, como vemos en estas entrevistas le sucede al poeta gallego-, va en mi caso de algún modo unido a él, a Valente, y di en su día testimonio de ello. Al presentar el primer libro que en El Bardo se daban a conocer los poemas de mi vuelta a la escritura el año 2009, La poesía es un fondo de agua marina, en el Centro de la UNED de Barcelona, comenté -como también en su previa Nota a la edición- que tras considerar varias posibilidades decidí dejarlos y presentarlos tal y como se había escrito, en su mismo orden de escritura, por orden de aparición, una posibilidad que así enuncia precisamente el poema en que se encuentra el título de este libro. Y que se cumple. Así aparecen, por orden de aparición, tal y como se escribieron, y con sus fechas de escritura. Hay algo que dije ese día de la presentación del libro en la UNED de Barcelona y que luego pasó a la Nota a la edición de otro libro posterior relacionado con Valente y con la conciencia de escribir un diario. Dije que había comprendido que era un diario, que había escrito un diario, aunque fuera un diario particular, espiritual y de poemas, y que a comprender que así era me había ayudado la lectura del Diario anónimo de Valente, publicado póstumamente y cuya edición había preparado y prologado Andrés Sánchez Robayna, como lo ha hecho también ahora con este libro que reúne sus entrevistas y a partir del que lo recuerdo y escribo. En el prólogo a Diario anónimo, Andrés Sánchez Robayna, ante el carácter atípico que tiene como tal diario este libro póstumo de Valente, se pregunta si de verdad es y se puede considerar un diario, y al final decide que así es, y nos comenta lo que le lleva a este pensar : “No tardé en advertir que tenía ante mí, en suma, un diario, si convenimos, con Philippe Lejeune, en que para que exista diario -en cualquiera de sus modalidades- la única condición es que se trate de una escritura fechada, esa clase de escritura que, por sus peculiares características, “hace visible el torbellino del tiempo””. Tuve en cuenta esta apreciación, y me hizo pensar que también esos poemas eran un diario, y así por ello los presentaba -y sus fechas, las fechas al pie de cada uno así lo decía e indicaba, no lo ocultaba. Lo dije ese día y es cuestión que luego pasó, como señalo, a la Nota a la edición de otro libro -el tercero, Hasta el final camina el canto- de la tetralogía en que se dieron a conocer estos 942 poemas escritos como un diario. Digo que es algo -como a veces pasa- que apuntala tu pensar -el pensar de otro a veces apuntala tu pensar-, y que así me había sucedido al leer estas consideraciones y esta decisión de Andrés Sánchez Robayna en relación a si era un diario o no el libro que había escrito Valente. Leo ahora que el poeta sentía al final que escribía un diario. Lo leo en un libro póstumo y de entrevistas, un libro por tanto excéntrico y tardío en relación al corpus principal de lo que escribió. Pero en el que se encuentra esta verdad. Una verdad a veces está en un lugar apartado o recóndito, o poco visible. La verdad de una poesía. Esta verdad, la conciencia de en poesía escribir un diario -y el así alcanzarla-, la dije también un día en un acto pasajero, en la presentación de un libro, como pasajeras y sólo fruto de un momento te puede parecer que son las entrevistas, y ha pasado también -lo he dicho- a un texto atípico, a una Nota a la edición que precede a un libro de poemas. Pero es una verdad y la conciencia de una verdad, el testimonio de ella. Que allí se encuentra.

 

 

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