---¿Podrías atender a mi tía Esperancita con la Acupuntura ? ---me preguntó Eduardo Cruz Morales, mi colega de trabajo en la Prepa y en el Cecyt 301, en donde, en ese momento, departíamos la hora del desayuno.

— -Será un honor -dije.

— -Me anima pedirte apoyo, pues me tienes apantallado por haber tenido éxito en casos aparentemente fuera de control, como la curación de Chanita con su Angina de Pecho y la de Charito, la cuñada de Goyo Blanco, con la Artritis que la tenía inmóvil en cama por largas temporadas.

— -Pero eso es obra de Dios.

— -Cierto, aunque tú has sido el medio. Mi tía sufre una severa Parálisis Facial, a partir de cuando aquel loco Orantes entró a la cantina de mis tíos y pidió un tequila, y en lo que mi tío volteó para servirle, le descerrajó un tiro en la cara y aquel cayó muerto.

— -Mi tía que lo vio se agachó para tratar de ayudarlo y el asesino le dio un botellazo en la cabeza y ella cayó sobre su marido.

— -Sí, me acuerdo bien del sonado asunto, porque mi tío Carlos le tumbó los dientes al matasiete.

— -¡Qué chiquito es el mundo ! -dijo—. ¿Vas a atenderla ? Te aclaro que estoy consciente de que es difícil, máxime cuando ella fue desahuciada por Velasco Suárez, el mejor neurocirujano del mundo, cuando le dijo en consulta en México, que regresara a nuestro pueblo en espera de un milagro. Ella ya no insistió en busca de cura. Le hablé de ti y aceptó que la trates. Yo te voy a pagar el tratamiento completo. ¿Aceptas ?---asentí y le dije que la iba a tratar los martes y jueves a las cinco de la tarde.
La señora, llegó a la casa, vestida austeramente, con la cabeza envuelta con un chal negro, cubriendo la cara. Sólo estaba destapada la zona de los ojos, cómo una rendija, detalle que me recordó el velo islámico.
Empecé explicándole en qué consistía la Acupuntura, su origen. Que el tratamiento es lento porque es un caso crónico.
Fui notando el aumento de su confianza, máxime cuando le conté que había aprendido la Acupuntura para curar a Chanita que tenía Angina de Pecho, como secuela de una Fiebre de Malta que le dio de bebé. Dios me permitió curarla.
Me quedó viendo un rato y respeté su silencio.

— -Le voy a mostrar mi cara -dijo muy segura. Quiero que la observe con detenimiento y luego deseo que me diga con toda la honestidad, que si es posible que me quite algo de lo monstruoso que se ve mi rostro.
El momento de la verdad estaba tocando a la puerta de mi corazón.
¿Qué iba a hacer ante la muda congoja que sentí de parte de ella en espera de lo peor y yo con la desesperanza que brotaba desde lo más profundo de mi ser. Vi su faz, que pese a la Parálisis Facial se podía percibir su belleza y pensé que todo se puede lograr cuando tienes a Jesucristo en tu corazón.
Le dije que con la ayuda de Jesucristo y con perseverancia, paciencia y fe, veríamos resultados a corto plazo.

— -¿Sabe usted qué es la fe ?

— -La confianza en que Dios me va a curar por medio de usted.
No lo pude haber dicho mejor que ella, me dije.
Iniciamos el tratamiento con el diagnóstico de los pulsos y procedí a ponerle agujas en ambos brazos, a la altura del pliegue del codo, para que supiera que se siente con los pinchazos.
Como relojito Esperancita llegaba a su sesión de Acupuntura los días establecidos, rutina que llevamos por varios meses, y un día, dejó de asistir.
Y transcurrieron dos semanas. Traté de hablar con Eduardo y me dijeron que estaba en un curso en México. No hubo forma de comunicarme con ellos.
Un día, tiempo después iba con Chanita y nuestros hijos por la calle Felipe Flores, rumbo a la Normal La Enseñanza y al llegar a la esquina, gritó Atalita :

— -¡Ahí va doña Esperancita ! -me señaló a la guapa señora que iba caminando por la banqueta.
Curiosamente dos señoras llevaban el mismo paso en la acera.

— -¿Dónde, no la veo ? ¿Cuál ? -quise saber.

— -La del suéter rosado -dijo Jorgito.

— -Esa es -completó Chusín.
Frené el coche y en reversa alcancé a la dama. Luego de bajarme la abordé.

— -¿Esperancita ?
Volteó a verme, era una bella mujer.

— -¿Dígame usted ?

— -¿Por qué no siguió yendo a la casa ?

— - Eduardo no está y yo no tengo dinero para pagarle. Y además ya Dios me curó por medio de las agujas.