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Puertas por las que entrar en Luis Cernuda
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 Article publié le 5 mars 2023.

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Leo con asombro y gozo las narraciones de Víspera del gozo de Pedro Salinas, sí, y pienso en principio continuar con la lectura de los otros dos libros muy posteriores que se incluyen en su Narrativa completa, pero pienso que tengo también las Narraciones de Cernuda en su Prosa completa, y que creo quedaron sin leer. Son las Tres narraciones que publicó como tales y con este título. Hay un precioso texto de juventud de Cernuda sobre Salinas, cuando aún lo estimaba, y que está en la reunión de textos finales de este grueso volumen. Allí voy, pues ha de haber cosas que puedan interesarme. Veo que el apartado “Comienzos literarios” empieza con algunas prosas o narraciones, la primera de ellas titulada “El indolente”, el mismo título que llevará una de las Tres narraciones. Leo estas prosas o narraciones, “De un “Diario”” y otras. Tras este apartado hay uno titulado “Narraciones”, que incluye dos -“Sombras en el salón” y “En la costa de Santiniebla”- y leo antes de empezar la lectura del libro Tres narraciones, y luego a él voy. En una de ellas, para explicar la asombrosa, inesperada aparición de un personaje al salir de una casa el narrador nos habla primero de estas fachadas o paredes de casas del sur en que no se sabe ni se ve por dónde puede aparecer alguien, pero que cuando lo hace, ante nuestra sorpresa y asombro, vemos que había una inesperada puerta. Pienso que quizá he buscado estas narraciones de Cernuda como puertas que nos permitan entrar en él. Nos inviten a entrar en él. En una obra grande y que conozco bien y me ha acompañado siempre. Quizá con una motivación de este tipo las he buscado y he pensado en ellas. No es un mal motivo. Diré que en ellas podemos encontrar anuncios o ejemplos de rasgos de Cernuda que pueden no gustarnos, en el sentido que podemos no compartirlos, pero que son característicos y que de alguna manera también están, quizá más diluidos, en otras partes de su obra. Aquí el curioso final, la confesión del narrador con que acaba la primera de estas Tres narraciones : “Señora : en esta historia nada pasa. Lo mismo sucede en la vida, donde si algún día ocurre algo es tan inverosímil y absurdo que preferiríamos no hubiese ocurrido. Pero mi historia es imaginaria : Albanio no ha existido ; Isabela tampoco, aunque a ambos pudiera hallárseles vagas semejanzas con ésta o aquella persona viva ; el viento no es criatura humana, y aunque exista no tiene importancia. Quizá por eso ahora me aburra la historia.// Empecé a escribirla porque estaba aburrido, por la misma razón que Dios creó al hombre, aunque el catecismo nos diga que fue para su gloria. Así resulta que por idénticos motivos la comencé y la termino. Pero no lo diga a nadie ; mi reputación literaria sufriría, y con ella mi vanidad. Las gentes son duras de oído, mas cuando consiguen atrapar una sombra de opinión ajena la repiten ya siempre como artículo de fe.// ¿Diré entonces que la escribí por razones morales ? Tal vez sea mejor. Así unos la encontrarán bien sin saber por qué y otros mal por la misma causa ; y discutiendo sobre esto un breve espacio se ayudarán a pasar el tiempo “antes que el tiempo muera en nuestros brazos””. El principio de la última, “El sarao”, me hace pensar en el prólogo que lleva Donde habita el olvido, y en las prosas que llevaba la primera edición de Los placeres prohibidos y en otras suprimió. Lo he leído -este libro- con o sin ellas. Ésta es la suerte de prólogo que lleva esta narración : “Como los hombres, también las palabras pueden tener su historia ; mas para que nos la refieran, también como los hombres, hace falta ganar primero su corazón.// La palabra colocada al frente de estas páginas hace largos años que preocupa mi fantasía. Siempre he evocado, al oírla, algo fastuoso, ardiente y remoto, que brillaba como diamante escondido entre los bucles de una cabellera o susurraba como rumor de seda que se desliza nocturnamente sobre escalinatas de mármol.// Pero al mismo tiempo cierta melancolía, filtrándose quizá en sus sílabas desde los labios portugueses que tantas veces la repitieran en siglos pasados, velaba esa luz y ese rumor.// Confío que por una vez la realidad no sea hostil con los sueños, y sin deformarla demasiado acoja en sí la historia entrevista por mí en una palabra, como esa vislumbre incompleta de otras existencias que percibimos tras los vidrios iluminados sobre una calle oscura”. Acabo estas Tres narraciones y pienso en leer los dos libros de poemas canónicos de Cernuda, quiero decir dados por completamente válidos y sentidos como algo que forma parte -de la manera con que deseemos conceptuarlos y estimarlos- de su obra poética, Ocnosy Variaciones sobre tema mexicano. Los he leído muchas veces, pero debe hacer algún año que no los leo. Los leí por primera vez en mi juventud en este grueso volumen de su Prosa completa, pues lo abren. En la poesía de Alianza Tres no están, aunque esta edición contiene como precioso epílogo el “Historial de un libro” espléndido, pero sí en otra edición de su poesía que tengo y en la que también los he leído y es la de Siruela. Así que he leído a veces su obra poética con estos dos libros de poemas en prosa en ella y a veces no, y los he leído aislados, como entidades autónomas. Una cosa son los posibles criterios editoriales y otra a veces los pensares y los sentires, el pensar y sentir, el considerar corazón adentro una rama de creación, una rama del gran árbol que es una gran obra. La suerte de prólogo de la última narración me ha hecho pensar también en la cita de Goethe con que se abre Ocnos : “Cosa tan natural era para Ocnos trenzar sus juncos como para el asno comérselos. Podía dejar de trenzarlos, pero entonces ¿a qué se dedicaría ? Prefiere por eso trenzar los juncos, para ocuparse en algo ; y por eso se come el asno los juncos trenzados, aunque si no lo estuviesen habría de comérselos igualmente. Es posible que así sepan mejor, o sean más sustanciosos. Y pudiera decirse, hasta cierto punto, que de ese modo Ocnos halla en su asno una manera de pasatiempo”. He recordado que en algún momento dice Cernuda que pensó que el público era como ese burro de Ocnos. Trasvases, llamadas, hermanamientos. Y las prosas de estos poemas en prosa. Tengo la intención de leer luego textos críticos de Cernuda, que tanto disfruté cuando los leí muy joven, pero ahora leo estos poemas en prosa. Entre los textos críticos veo el titulado “Bécquer y el poema en prosa español”, y pienso que podría quizá darme alguna idea de la concepción y pensamiento de Cernuda sobre este particular cauce de expresión, en el que en principio se encauzan los textos en prosa de estos libros. Digo en principio porque lo hacen, me parece, de manera muy particular. He hecho antes una observación que no quería ser -ni es- ni osada ni irrespetuosa. Observaciones similares nos han hecho grandes devotos de Cernuda. Hay aquella disputa apasionante entre los partidarios de su obra de juventud y los de sus poemas de madurez. Al referirla en un ensayo, Jaime Gil de Biedma, partidario de estos poemas morales, narrativos y meditativos de la madurez del poeta -de los que vienen los suyos-, recuerda que grandes conocedores, como Octavio Paz, prefieren la obra de juventud, y que quizá estén en lo cierto, como son ciertas algunas observaciones críticas que han hecho respecto a los poemas de madurez y la voz que habla en ella, su posible carácter acartonado o engolamiento. Así Jaime Gil de Biedma nos dice que resulta muy cierta la observación de Octavio Paz al respecto, que nos refiere y que creo que es algo así como “si Cernuda escribe como habla, a veces habla como un libro”. Lo recuerdo porque en estos poemas en prosa, en la voz con que se constituyen, asoma a veces también cierto carácter artificioso o engolado, que puede no gustarnos al principio pero que luego damos por bueno, en el sentido de que no nos importa y no debe hacerlo, pues forma parte de ellos. Algo semejante sucede con la voz espléndida de sus poemas morales y narrativos de la madurez, que crearon escuela, y aunque en esta voz podamos señalar también según qué rasgos. Tampoco nos importan, en el fondo. Porque forman parte de ella. Y no podría ésta quizá haberse hecho sin ellos. Algo así sucede con la voz de estos poemas en prosa en su carácter particular. El carácter meditativo, híbrido en su escribir, puede resultar extraño o algo extraño, pero luego comprendemos -sentimos- que es su manera de ser y de hacerse. Que sólo es personal -su voz personal. Así esta singular aportación en estos dos libros al también singular género de los poemas en prosa, como esa lírica meditativa fue también una aportación singular a la lírica en castellano, y que hizo posible -él nos lo ha contado- la enseñanza y aprendizaje que fue para él la lírica inglesa. Pero junto con esta meditación y narración y memoria también el precioso, muy intenso lirismo. Leo así tantos textos de Ocnos por mí muy recordados. Algo que me parece revelador en el primero, titulado “La poesía” : “¿Era la música ? ¿Era lo inusitado ? Ambas sensaciones, la de la música y la de lo inusitado, se unían dejando en mí una huella que el tiempo no ha podido borrar. Entreví entonces la existencia de una realidad diferente de la percibida a diario, y ya oscuramente sentía cómo no bastaba a esa otra realidad el ser diferente, sino que algo alado y divino debía acompañarla y aureolarla, tal el nimbo trémulo que rodea un punto luminoso.// Así, en el sueño inconsciente del alma infantil, apareció ya el poder mágico que consuela de la vida, y desde entonces así lo veo flotar ante mis ojos : tal aquel resplandor vago que yo veía dibujarse en la oscuridad, sacudiendo con su ala palpitante las notas cristalinas y puras de la melodía”. En los textos finales asistimos -así lo siento en esta lectura- a un in crescendo en la experiencia y su voltaje, su calado. Quiero enlazar lo que dice en el poema final, “El acorde”, con lo que nos ha dicho en el primero, el de “La poesía” : “Mírale : de niño, sentado a solas y quieto, escuchando absorto ; de grande, sentado a solas y quieto, escuchando absorto. Es que vive una experiencia, ¿cómo dírías ?, de orden “místico”. Ya sabemos, ya sabemos : la palabra es equívoca ; pero ahí queda lanzada, por lo que valga, con su más y su menos.// Es primero, ¿un cambio de velocidad ? No ; no es eso. El curso normal en la conciencia del existir parece enfebrecerse, hasta vislumbrar, como presentimiento, no lo que ha de ocurrir, sino lo que debiera ocurrir. La vida se intensifica y, llena de sí misma, toca un punto más allá del cual no llegaría sin romperse.// ¿Cómo si se abriese una puerta ? No, porque todo está abierto : un arco al espacio ilimitado, donde tiene sus alas la leyenda real. Por ahí se va, del mundo diario, al otro extraño y desusado. La circunstancia personal se une así al fenómeno cósmico, y la emoción al transporte de los elementos.// El instante queda sustraído al tiempo, y en ese instante intemporal se divisa la sombra de un gozo intemporal, cifra de todos lo gozos terrestres, que estuvieran al alcance. Tanto parece posible o imposible (a esa intensidad del existir qué importa ganar o perder), y es nuestro o se diría que ha de ser nuestro. ¿No lo asegura la música afuera y el ritmo de la sangre adentro ?”. Y, como he indicado, el intenso lirismo, muchas veces de gran belleza y gran pureza. El agua, de la que nos dice en “El destino” : “Cuántas cosas no te ha dicho a lo largo de la vida el rumor del agua. Podrías pasarte las horas escuchándola, lo mismo que podrías pasarlas contemplando el fuego. ¡Hermosa hermandad la del agua y la llama !”, y en “Río” : “Mirando volver la primavera por esta isla, nido de cisnes en medio del océano, al recuerdo de nubes y lluvias meses atrás comprendes cómo es tan leve y tan claro, casi líquido, el verdor que las hojas tienen ahora. No fue luz sino agua quien las hizo brotar, trayendo con ellas, en vez de una sugerencia de luz, tal en climas soleados, una sugerencia de aguas escondidas”. Y la luz -y así en “La luz” : “Si algo puede atestiguar en esta tierra la existencia de un poder divino, es la luz ; y un instinto remoto lleva al hombre a reconocer por ella esa divinidad posible, aunque el fundamental sosiego que la luz difunde traiga consigo angustia fundamental equivalente, ya que en definitiva la muerte aparece entonces como la privación de la luz”. Y entre el agua y la luz la memoria, la infancia, Andalucía, la belleza, la nostalgia, y también la rebeldía y el sentimiento de desarraigo y el desprecio por el pensamiento común y las vidas vacías. No eches de menos un destino más fácil, dice en el final verso de un poema, como muchas veces he recordado, y en estos poemas están también las raíces y los testimonios y las explicaciones del destino singular del poeta. Ha sido un gozo leer este libro, y me dispongo a leer el siguiente, Variaciones sobre tema mexicano. Aquí, en el principio, una razón de este tema : “En tu niñez y en tu juventud, ¿qué supiste tú, si algo supiste, de estas tierras, de su historia, que es una con la tuya ? Curiosidad, confiésalo, no tenías. Culpa tuya, sin duda ; pero nada en torno podía tampoco encaminarla. Lo que oías, cuando algo oías, frases políticas al uso, carentes por tanto de sinceridad y vacías de pensamiento, más era para matar toda curiosidad. Nada revivía ante tu imaginación, ahí indiferente, el acontecer maravilloso, obra de un puñado de hombres cuyo igual no parece haberse visto antes o después, ni la escena misma de sus actos, aunque ésta aquí estaba y está, tan viva, tan hermosa.// Esa curiosidad fue la vida con sus azares quien mucho más tarde la provocó en ti, al ponerte frente a la realidad americana. Y tras la curiosidad vino el interés ; tras del interés la simpatía ; tras de la simpatía el amor. Mas un pudor extraño le dificulta su expresión a ese amor tardío. ¿Reconocimiento de su inutilidad ? Pudor es, en todo caso, lo que en este punto, callándote ahora, te lleva a soslayar el tema”. No quiero decir mucho del tema ni de las variaciones, como parecería que tampoco nos lo quiere decir Cernuda, pero sí nos lo dice. Diré con él algunas cosas. Diré, en primer lugar, que me agrada volver a leer estos poemas en prosa que son una vivencia y un testimonio de América, del encuentro con ella, después de mucho tiempo de no leerlos y tras haber leído otro tipo de textos y testimonios sobre América. Los poemas en prosa de Variaciones sobre tema mexicano son una visión (, si se quiere,) muy personal, muy sui generis, pero también muy verdadera. Una visión y un testimonio. De aprecio y de comprensión, de entendimiento no por muy personal menos profundo y cierto. Así creo que es. Y diré con Cernuda algunas cosas o elementos de esta visión. Así, el poema en prosa “El mirador” es ejemplo del testimonio que da y es este libro. Dice : “A este rincón del convento, suelo desigual de ladrillos rosáceos, apenas más ocre su color que el de las paredes, los dos arcos de su esquinazo abierto sobre el paisaje te atraen, te llaman desde el corredor del claustro. Acodado luego en el muro, miras el paisaje, te dejas invadir por él, de tus ojos a tu imaginación y su memoria, donde algo anterior, no sabes qué, imagen venida cómo o por dónde, parecía haberte preparado para esta simpatía profunda, este conocimiento entrañable que a su vista en ti despierta.// En lo que ves, cierto, hay mucho que fue y es tuyo, por nacimiento, desde siempre : el fondo religioso y sensual de tu país está aquí ; el sosiego remansado de las cosas es el mismo ; la tierra, labrada igual, se tiende en iguales retazos tornasolados ; los cuerpos esparcidos por ella, cada uno con dignidad de ser único, apenas son más oscuros que muchos de tu raza, acaso más misteriosos, con un misterio que incita a ser penetrado.// Pero con todo eso hay otra cosa, algo exótico sutilmente aliado a cuanto es tuyo, que parecías presentir y se adueña de ti. Así debió también adueñarse de los viejos conquistadores, con el mismo dominio interior, como si ellos hubieran sido entonces, como tú lo eres hoy, los subyugados. Algo diferente de tu mundo mediterráneo y atlántico, que se asoma ya al otro lado de este continente, al otro mar por donde Asia se vislumbra, y tan admirablemente se empareja contigo y con lo tuyo, como si sólo ahora se completara al fin tu existencia”. Y en el titulado “El indio” leemos : “Es el hombre a quien los otros pueblos llaman no civilizado. Cuánto pueden aprender de él. Ahí está. Es más que un hombre : es una decisión frente al mundo. ¿Mejor ? ¿Peor ? Quién sabe. Tú, al menos, confiesas no saberlo. Pero allá en tus entrañas le comprendes.// Mírale, tú que te creíste poeta, y tocas ahora en lo que paran tareas, ambiciones y creencias. A él, que nada posee, nada desea, algo más hondo le sostiene ; algo que hace siglos postula tácitamente. Lástima que el azar no te hiciera nacer uno entre los suyos.// Demasiado sería pedir su descuido ante la pobreza, su indiferencia ante la desdicha, su asentimiento ante la muerte. Pero gracias, Señor, por haberle creado y salvado ; gracias por dejarnos ver todavía alguien para quien Tu mundo no es una feria demente ni un carnaval estúpido”. Y antes, en “Mercaderes de la flor”, habíamos podido leer : “Los protestantes, que cubren el mundo de fábricas y en ellas consumen su vida (productivamente, según parece), cómo se reirán de estas gentes que sólo cultivan en su pedazo de tierra unas flores. De pie o en cuclillas, al borde del camino, ellas envueltas por sus rebozos, ellos cobijados por sus anchos sombreros de paja, un ramillete de rosas o claveles en cada mano y otros de reserva en latas por tierra, aguardan, aguardan siempre. (…) Bajo el ala del sombrero, en una de esas caras frescas que apenas han dejado de ser infantiles, qué intensidad tiene la mirada. Los labios guardan silencio, pero cuántas cosas dicen los ojos, y qué bien las dicen. ¿Comprenderían allí los industriales protestantes que la pobreza puede ser vocación orgullosa e intransigente ? ¿Cómo existe gente de la que ni siquiera puede decirse que prefieren ser de los últimos, porque para ellos no hay últimos ni primeros ?// Apenas compradas las flores, quisiéramos dejarlas, con las monedas, en aquellas manos. El dinero, como alivio mínimo de la necesidad ; las flores, como tributo insuficiente a la dignidad de sus vidas, a la gracia de sus cuerpos, a la elocuencia de sus caras. Que la hermosura alimenta, y sin ella, como sin pan, también puede acabarse el hombre”. Este libro tiene el apartado “El tema” y las “Variaciones”, y un apartado final titulado “Recapitulando”. En él, escrito a modo de diálogo, leemos : “-Para todo hallas razones./ -Al amor nunca le faltan”. Obra de amor una creación de arte, y también sus razones. Quiero leer algunos textos críticos de Cernuda, los textos personales que conforman el último apartado de Poesía y Literatura, y que son “Palabras antes de una Lectura”, “El Crítico, el Amigo y el Poeta” e “Historial de un libro”, pero también textos de juventud que han de iluminarme y agradarme, entre ellos algunos que de modo más esquemático y esbozado encajan con éstos. Y también los recuerdos de “Vicente Aleixandre”, su escrito sobre “Góngora y el gongorismo” o el titulado “Reflejo de México en la obra de José Moreno Villa”, que puede completar quizá el bello libro que he acabado ahora de leer, Variaciones sobre tema mexicano. He de leerlos, sí. Y encontraré razones, razones en la crítica y el pensar, y en el amor a la palabra y el arte. Razones que encontraré en la lectura de ellos. He recordado a veces que Marcel Proust nos dice que la lectura es la iniciadora que nos permite acceder a estancias de nuestro interior a las que sino no hubiéramos accedido, la puerta que lleva a ellas. Los escritos críticos de Cernuda pueden ser también puertas para volver a leer su obra y entrar en ella. He pensado podrían serlo sus narraciones, y este motivo me ha llevado a leerlas. Y ellas me han llevado a releer sus dos libros de poemas en prosa, singulares como tales, y que me parece que pueden ser también puertas por las que entrar en Luis Cernuda, y deseo invitarles a que los sientan como tales.

 

Barcelona, 27 de febrero de 2023

 

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