A Chanita, mi amor :
Cómo reza el popular dicho :" Uno pone, Dios dispone…" un médico al pasar por la casa de Chanita, ubicada en la calle Veintinueve 180, en el puerto de Progreso, vio en la puerta de acceso a Josefita, quien al ser interrogada por el galeno, le contó a éste que su hija llevaba desde los cuatro meses más de siete de estar enferma, con una temperatura arriba de 39 grados que no cedía con nada, a pesar de que varias veces al día la refrescaba metiéndola en una palangana con agua fría. El médico solicitó verla.
— -Pero es que ya está desahuciada hasta por los médicos de Mérida.
— -Mayor razón para verla, si ya la desahuciaron.
Lo dejó pasar, vio a la niña, para auscultarla, y quiso saber sobre el proceso y tratamientos de los doctores.
— -¿Me dejas atenderla ? ---preguntó---. Conste que si se muere…, no me vayas echar la culpa.
— -Pero si ya hasta tengo la caja para enterrarla.
— -¿Y qué ? Sólo quiero atenderla, Tu hija tiene Fiebre de Malta y no le han dado nada para curarla. ¿Aceptas ?
La atribulada madre se tronaba, nerviosa, los dedos, y por fin, dijo que sí.
El galeno exigió privacidad absoluta y que le proporcionaran todo lo que pidiera. Sólo podía entrar ella a darle pecho.
Se encerró con la bebé por tres días y la madre según contó después, la vio con suero en la cabeza y otras veces en el estómago.
Al cuarto día el doctor abrió la puerta.
— -Ya pueden verla --- invitó a los miembros de la familia, quienes se encontraron con una niña menudita y vivaracha que al ver a su progenitora dijo :
— -Cafechito, mami.
— -¡Ni lo mande Dios !
— -Denle lo que quiera, Josefita--- dijo el galeno---. El que tenga hambre ya es ganancia ---fue la orden.
La niña creció con algunas secuelas como la angina de pecho, pero, a pesar de que sus papás se esmeraban en cuidarla, hubo la necesidad de irse a Felipe Carrillo Puerto, en el centro de la zona maya del entonces Territorio de Quintana Roo, porque a don Isaías Osorio Basto,su papá, lo contrataron como Contador de la Federación de Cooperativas del Chicle, y el matrimonio se fue para allá con doña Chanita, la abuelita y su tocaya. Julio y María los hermanos mayores, se quedaron en Progreso con la tía Dina, hermana mayor de doña Josefita, para continuar con sus estudios.
Chanita, dada su sociabilidad, pronto hizo amigos con niños del poblado, y no era raro encontrarla aprendiendo a hacer tortillas con las mujeres mayas que la aceptaban con mucho cariño, pues como dice el dicho coloquial, se daba a querer, pues no hacía acepción de personas, compartiendo con pobres y ricos.
Quizá porque algunas veces escuchó platicar a sus padres de su condicion de salud y naturaleza inquieta, le llamaban la atención porque los hermanos en el Templo la veían bailar al ritmo de los himnos.
— -Josefita ---le pedían los hermanos---. Controla a Chanita porque al verla bailar con la música de los himnos, perdemos reverencia.
Conforme fue creciendo se volvió más traviesa, a tal grado que cuando su mamá la perseguía para castigarla por sus travesuras, se subía al techo de las casas y cuando su mamá iba tras ella, la chamaca se lanzaba al poste más cercano, descendiendo abrazada del mismo y quitaba la escalera, para escaparse por el parque ubicado enfrente, llegando a la oficina de la Delegación, donde iba a parar bajo el escritorio de su papá y ahí se quedaba con él, hasta la hora de salida de la oficina, sabiendo que don Isaías, su papá, la entendería, defendiéndola. Llegando con ella a la casa, le recordaba a su esposa el estado de la salud de la niña y ahí paraba todo.
Entró a primaria e hizo amistad con Anita Selem, ahijada de doña Vinny, quien tenía su casa y tienda en la esquina del parque, donde se reunían para jugar en él o para subirse a los árboles a bajar frutas de temporada, como mandarina, mango, china lima o naranja y demás.
— -¿Chanita y Ana Selem ? --- quiso saber hace no muchos años el maestro Rubén Gamboa.
— -Yo soy Chanita. Ana Selem también vive acá en Chetumal.
— -Qué pareja tan terrible ---dijo el maestro--- que aún después de más de 50 años las recuerdo.
Pero todo cambia y Chanita disfrutaba a plenitud del amor de su abuelita, a quien la acompañaba después de preparar bolas de tamarindo con azúcar, que luego vendían en la calle, al igual que empanadas y otros antojitos.
También junto con la chiquillería se sentaba en la banqueta frente a la puerta de la casa o en el parque, para escuchar los preciosos relatos que la anciana con toda ternura les contaba en las tardes.
Así transcurría la vida de Chanita, con el gran cariño y apoyo que le prodigaba su abuelita ; pero una mañana su vida dio un muy doloroso vuelco, cuando su abuelita se agarró de ella con fuerza.
— -Estoy mareada ---dijo y se desmadejó sobre su nieta, quien en su inocencia quiso detenerla y la anciana cayó muerta sobre la niña, quien no hallaba qué hacer y apenas pudo balbucir una petición de ayuda.
La triste noticia se esparció como reguero de pólvora en varios lugares, en especial Carrillo Puerto, Mérida y en Progreso, porque doña Sebastianita era muy apreciada por su gran corazón, pues ayudó a propios y extraños, sin olvidarnos que también se desempeñó como gran cocinera, en los campamentos, destacando, además, como evangelizadora en el campo misionero cristiano.
En el sepelio subieron a Chanita a la caja, para que le diera el beso postrero a su tocaya y se soltó, acostándose sobre el cadáver, gritando que la enterraran con su adorada abuelita.
Ese día, en Progreso se suspendieron las clases para guardar el duelo. Lo bello para Chanita fue que se repuso bastante rápido, como todo niño, mas la sombra del infortunio se instaló en los chamacos y, aquella tarde mientras jugaban pesca pesca en la plaza, el perro que retozba con ellos se atravesó entre los pies de Chanita y la tiró al piso, para chocar con su frente con una piedra filosa que le cortó el cuero cabelludo y empezó copiosamente a sangrar. Los chamacos pidieron ayuda con los policías y de la Delegación y uno de ellos fue a la mesa del café del Chino, donde mi suegro jugaba dominó con un fuereño.
— -¡Don Isaías ! ¿Conoce al médico que está de paso ? En la Delegación nos dijeron que usted podía conocerlo.
— -Yo soy el médico ---dijo el compañero de don Isaías---. ¿Para qué me buscan ?
— -Jugando en el parque una niña se tropezó y al caer se golpeó en la cabeza y se está desangrando.
El doctor quiso disculparse con mi suegro y éste lo conminó a ver a la niña, sin saber que se trataba de su hija.
En ese ínterin los policías llevaron a Chanita con su mamá y ella al verla, estiró sus manitas para enseñárselas después de tocarse la herida, manchadas con sangre.
— -Mira mami, está lloviendo.
Mi pobre suegra al ver a su hijita sangrante, perdió el conocimiento.
Mientras tanto llegó el doctor y revisó la herida llena de café, que según dijeron los presentes era para parar la hemorragia.
— Necesito limpiar bien la herida porque luego voy a costurar, para cerrarla.
"-Desgraciadamente no traigo nada más que buena voluntad y mis conocimientos para estos casos.
— -¿Qué necesita doctor ? ---preguntó mi suegro al llegar con la cara trasijada por el susto.
— -Agua limpia hervida, pero no va a haber tiempo para enfriarla. Jabón de baño, toallas y sábanas limpias, !Ah !, y dos personas que la detengan porque voy a costurar sin anestesia. A propósito, necesito hilo de seda y dos agujas nuevas.
Mi suegra acababa de volver en sí y proporcionó las agujas e hilos nuevos, pues era modista. El galeno se lavó las manos muy a conciencia y comenzó su delicado trabajo.
— -Chanita, ¿así te llamas ? ---asintió---. Necesitamos que no te muevas para nada. Te va a doler, pero el éxito depende de que estés quieta.
El proceso fue lento y doloroso , pero mi esposa, siempre valiente, aguantó todo sin chistar. La vendó con tiras de telas nuevas, como si se tratara de una momia pequeña.
Le explicó a ella y a toda la familia que debería estar semi sentada en la hamaca por más de 40 días levantándose siempre con ayuda, pues no debería de hacer ningún esfuerzo, sólo para ir al baño a hacer sus necesidades.
— -Confiando en que Dios les va a ayudar para que apoyen a Chanita ---dijo el doctor--- espero poder pasar de regreso a tiempo, para darle de alta. Recuerden cambiar el vendaje seguido. Sé que Chanita va a salir bien de este trance porque es y desciende de una familia guerrera que no se arredra ante nada, con la gracia de Dios.
Despidieron al doctor, agradeciendo a Dios y a él, por su oportuna intervención.
En la primera semana la niña estaba quieta, cantando y alabando a Dios, hablando todo el tiempo como un lorito. Después cuando empezaron a visitarla sus compañeros y amigos, agarró más confianza.
— -A ver, súbete al techo, baja por el poste, persíguennos, dándonos de coscorrones ---le decían vacilándola y ella les contestaba que en cuanto terminara la cuarentena se iba a desquitar, pero siempre terminó agradeciéndoles a niños y niñas, propios y extraños por sus visitas, buenos deseos y cuidados.
Pasaron los cuarenta días y el galeno no regresó
Mis suegros le dieron el alta e hicieron un servicio de acción de gracias a Dios por el milagro de su curación. Ahora, algunas veces en que el clima refresca demasiado o hay tensión, Chanita, al sentir el dolorcito, da gracias a Dios, recordando aquel incidente que la mantuvo quieta en una hamaca, confinada durante una cuarentena.