Escenario.
Una mesa redonda.
El hombre, se ha sentado a la mesa, y tiene una taza de café, que humea.
Al abrirse el telón, habla.
Hombre. Cómo puede recordar, Toña había desaparecido.
En el momento, se temió que hubiera sido sacrificada en el altar de la ignominia. En mis investigaciones como detective, hubieron muchas personas que fueron sospechosas, pero nadie calificaba para ser el mero indiciado. Todos tenían coartadas muy claras.
Yo, en lo personal, creo que Toña se esconde. Y así ha estado hace mucho tiempo.
No creo que haya muerto.
Todavía percibo el olor de su presencia.
Y a veces, por las noches, puedo sentir su perfume, ese delicado perfume francés, tan característico de ella.
Pienso que no quiere ser vista y se refugia en las sombras.
(De súbito, frente al hombre, aparece una mujer muy atractiva, ataviada con un vestido de satín, rojo, que le enmarca muy bien la figura. Le sonríe).
El Hombre. (Estupefacto).
¡Toña, Toña !
(Ella le sonríe y el telón cae terminando la obra).