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 Article publié le 2 février 2025.

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---Tu saturación está muy debajo de la normal ---dijo Rafa

Yo sólo me sentía abotagado, pero nada más. Con cierta dificultad me puse el suéter amarillo con café que me tejió Chanita. Subí al Matiz blanco y nos dirigimos al Imss al que llegamos en pocos minutos. Rafa cariñosamente me acomodó en la silla de ruedas y fui llevado por un mundo traqueteante, echando yo madres en contra del animal que desarrolló su ineficiencia poniendo un adoquín que te hace brincar en cada sacudida. Para el transeúnte es un piso más ; pero para quien es transportado en una, ya de por sí incómoda silleta de ruedas o camilla, el martirio es de pronóstico. Llegamos a urgencias y me refirieron a la ubicada en una rampa impresionante y todo para que en urgencias respiratorias apareciera un vigilante.

---Es la hora del cambio de guardia y tienen que esperar---indicó

Las ganas de orinar me acuciaron y se lo dije a Rafa. Recordé que el baño de hombres estaba a medias y allá me llevó. Haciendo maromas pude orinar y volvimos a urgencias respiratorias. Me desvistieron y con una minibata en ristre, pasé por rayos equis, me metieron al túnel de resonancia y al galope, me hicieron completar el recorrido final, que me condujo con una cama nueva, con un montón de controles que me permitían moverme de mil formas. Quedé ubicado con otros dos varones en una sala grandísima con unas ventanas muy altas, las cuales permitían ver los edificios de frente de la Procuraduría General de Justicia del Estado. Todo esto, cubierto con varios cobertores para contrarrestar el frío tan extremo del aire acondicionado, que un buen rato me hizo tiritar.

Así empecé mi semana como un candidato más a ser tratado como paciente de COVID 19, en el Hospital de Zona, del Instituto Mexicano del Seguro Social, en la ciudad de Chetumal, Quintana Roo.

Y empecé a descubrir que no era uno más, tratado con gran cordialidad y con calor humano, por una pléyade de bellas jovencitas que no escatimaban por hacer lo mejor de sí. A cual más ofrecía a las chicas que las iba a hacer famosas al destacarlas en mis escritos publicados en Facebook. Sin darme cuenta que era festinado porque gracias a la disartria que el COVID me sacó a flote, me hacía hablar cuatrapeado y sin percatarme, mi plática resultaba chistosa.

En las mañanas me pasaban una tablet para comunicarme con Rafa. Pero no le entendía gran cosa y pensé que Chanita ya había muerto porque nadie me daba razón de ella. por otra parte, Rafa me dijo o creí entender que Ileanita la llevó al IMSS en Mérida para hacerle un cateterismo. Intuí que los dos siempre unidos por algo, estábamos hospitalizados. Ella en Mérida y yo en Chetumal.

La semana fue transcurriendo y aunque nunca sentí la necesidad

, me pusieron una manguerita con el vital oxígeno, de manera continua.

El primer incidente especial. se produjo cuando a alguien se le ocurrió darme furosemida y me puse a orinar cuál Niágara y resulté una manguera humana.

—Por favor pídale a Dios que le pare la orinadera –dijo una preocupada enfermera—porque ya nos quedamos sin ningún pañal, incluso hastavde sábanas y sobrecamas.

De pronto alguien sugirió que”por si hacía falta” me iban a pasar por la vena, un antibiótico muy fuerte y de improviso empecé a llenarme de puntitos y grité. Me hicieron caso y me desconectaron la dichosa venoclisis. Me volvieron a cambiar de lugar, ahora con mucha gente y había quienes no paraban de hablar y creí haber escuchado que Ileanita estaba por el ingenio de Obregón, y que habían varios quemados, entre la perorata y los datos de. los quemados andaba yo en las nubes. Al día siguiente me aclararon que sí, conviví con quemados, pero luego se losllevaron a Mérida.

En mi última etapa descubrí la mano de Dios, cuando necesité el cómodo y fui atendido por damas, que en su momento, me dieron, incluso, hasta de comer

Y llegué a mi última jornada, con tormento chino :

Una bella sádica me ¿friccionaba ? La piel hasta que olía como cuerno de cacho y hacía anotaciones macabras. Me lo hacía cada rato. Sospecho que era para medir la saturación.

Llegó el domingo y recibí la visita del Pastor Dany Ramírez Çelis y su esposa, y me alegraron la tarde.

Me avisaron que el Doctor Cahuich, el encarga del covidf en el nosocomio me iba a valorar, para ver la posibilidad de darme el alta y me alegré mucho de sólo pensar en el hecho de liberarme del encierro hospitalario y el milagro de salir indemne del COVID 19.

En la noche Jorge y Rafa me sacaron del hospital y di gracias a Dios porque me permitió saborear el calor humano en todo su esplendor y de corroborar que los amigos los conoces en la cárcel y en la enfermedad.

Recordé mi primera vivencia de esto, el 8 de diciembre de 1956, cuando junto con mi mami Atalita Penagos Rojas chocamos en un autobús Ado, con otro camión estacionado en la calzada México Puebla. Ella estuvo hospitalizada casi un mes en el Rubén Leñero y yo estuve preso en el Ministerio Público de la Delegación de Ixtapalapa, dizque para tomarnos declaración y apenas tenía cumplidos los dieciséis años.

 

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