“Me han dicho que vais a vivir mucho tiempo en esta casa… Bueno… Si Dios quiere…” No me gusta ir de pesca. El olor me molesta. No sé… una mezcla de concha y de carne de pescado crudo. Con tu perfume y el aliento mío. “Os doy un verano, nada más.” Ya son veinte. Y nosotros dos adultos con culo peludo. “Así no se hace. El anzuelo es demasiado pequeño. Y no hablo del hilo…” No me gusta pescar este tipo de bichos. Hablan. Quizás no saben hacer otra cosa. “La caña no se usa mucho por aquí… Una red…” ¿Quién nada ? Cuerpo veloz. Un barco sigue. Con otro tipo remando. ¿Por qué nos saludamos ? “¿Os conocéis ? — Cuestión de patria… — ¡Jolín !” Y cambiamos de idioma. Para decir nada. Simplemente para decir. Y la nadadora quiere informarse sobre la posición del cebo. “No hay cebo. — ¿Y cómo van a picar ? — Tampoco pican. — ¡Me estáis tomando el pelo !” Que lo tiene amplio. Un derroche de placer. “Hace veinte años que viven aquí… juntos…” El tipo junta sus índices. No les gustan las mujeres. Y le gusta mucho ir de pesca. Mañana, volverá con la caña de fibra de vidrio. Una herencia de su padre que también practicaba. Hastiado, me zambullo. Encuentro el cuerpo. Lo acaricio. Me gusta ir de amor. Me pongo duro. Y no me da vergüenza gritar de placer. “Se llama Raquel, como la Welch. Pero esta no es de película. Tiene un precio. — ¡No me digáis !” Un buen día, después de todo. “Pagar por eso no me parece… — ¿Justo ?” Sí que es justo. No sabemos adónde vamos tú y yo. De pesca, seguro. ¿Y por lo del amor ? Tenemos casa, playa y muchos placeres. Pasamos mucho tiempo soñando. Tú con tu curación y yo con mi dolor. Imagínate lo que piensa la gente. “¿Quién matará al otro… ? Lo sé.”