Hoy voy a dar una conferencia, ya anunciada, en el salón de actos de la Capilla del Monasterio de San Juan, en Burgos, donde ayer se casó un amigo mío con una venezolana, para que ella consiguiera los papeles de vecindad. Al terminar la ceremonia, a la salida, en la puerta del Monasterio, la esperaba su querido, quien, con estilo novelero cogió a la chica de la mano y se fueron a cenar. A mi amigo y a todos los acompañantes, contados con los dedos de la mano, nos invitó a un refresco o cerveza en un bar de al lado.
 Él dejó las consumiciones pagadas, y se fueron.
 Ya estamos en la mesa de la tribuna sentados doña Juana, que es poetisa y escritora, que me va a presentar ; y yo, el conferenciante, que saco unos papeles de una carpeta como nueces de costal.
 Aquí hace un frío sepulcral típico de Burgos. Afuera,en la Ciudad, están cayendo chuzos. Esperamos que venga mucha gente, y que traigan unos velones ocandiles para poder calentar, pues la calefacción, como casi siempre pasa en estos actos, no va.
 Ya es la hora de empezar. Algún hombre o mujer, alguna pareja ronda la sala, se asoma, y se va.
 Don Cipriano, un cantautor autodidacta, que es una eminencia en las coplas y romances del Culo, cuando está ahíto de alcohol y porro, se acerca a la mesa y me dice :

- ¿Qué haces aquí, Poeta, cual pollo picantón metido en una jaula de corral ?
 Le respondo :

- Voy a dar una conferencia poético social, majete. Siéntate y ocupa un lugar.
 Miro a la sala y no puedo más que reírme. ¡Somos cuatro gatos¡ Dos mujeres y dos hombres, que ocupan un banco cada uno.
 Le digo a Juana, la compañera :

- Mira, ahí está, medio dormido, el abuelo de los nabos.
 Ella ríe ; yo sigo :

- Sí, ese que en los huertos de don Ponce, del Ayuntamiento, te quiso cambiar un poema tuyo por su nabo y, al instante, salieron corriendo cuatro gatos. ¿Recuerdas ?
 Me sonrió como sonríen las amantes.

- Mira, ese otro es don Gonzalo, el que fue sacristán en san Gil y que, cuando estaba mamado, se acercaba al bar SanFran, y, medio borracho, rondaba a las chicas y les decía :

— Os invito, si queréis, de mis amores y de mis pedos que os pueden ayudar a acostar.

- Mira, de esa mujer, que también es usuaria de los huertos de don Ponce, cuentan que le compró el nabo al abuelo de los nabos, y no le pasó nada, pues las malas lenguas dicen que les inyecta veneno.

- ¿Ves esa otra ? No sé quién pueda ser. Tiene pinta de gigantilla burgalesa, o madre abadesa. ¡Ya está dormitando¡

- Algo tengo que decir a los asistentes, le digo a la compañera. Ella asiente.
 Digo :

- Estimadas señoras y señores : Muy agradecidos estamos la compañera y yo de vuestra asistencia a este ilustre acto. Para no alargarme mucho y os dé una paliza con elucubraciones mentales, tonterías y chorradas, bien sabidas por todos, de política social, os diré lo que le dije a mi mujer eldía que me casé :

"Mujer, hoy me caso contigo
Y mañana te dejaré
Pues no quiero mujer
Ni casada ni soltera.
Aunque me acuerde de ti
Que tan guapa eres
Me voy con el de los huertos
A ver si me crece el nabo.
Coge mi bicicleta y vete
Al lado de tu madre
Que por un marido menos
No se acaba la Vida
Lo cual tú ya verás
Dentro de nueve meses".

 Todos rieron y aplaudieron. Yo fui muy felicitado.
 Dentro de la Capilla esperamos todos hasta que se cumpliera la hora de cerrar el Monasterio, y escampase, pues, ahora, estaba lloviendo mucho y lo veíamos desde el claustro.
 El rondar de los dos ordenanzas del Monasterio, su ir y venir sin decir ni "Mu", nos ponía nerviosos.