Orinaba yo sobre una especia de concha bivalva, mientras mi cabeza se prolongaba en el rostro de la Amada, cuando, de repente, se nos apareció un Trilobites, del reino de Trilobita, que dice que venía de la cornisa Cantábrica, donde gobiernaMaxilípedo III, que ha impuesto a sus súbditos la novena de las flores, que adornan, sobre un altar, a un apéndice bífido de Penacus, al que veneran.
Aquí, las mujeres, cuando tienen ganas de hombre, se suben a las altas peñas, como lascabras, y se agarran al primer serrano que venga con una carga de heno o deleña, y con la picha fuera, cantándole, cogido del rabo, y sin saber él adónde le llevan :
"Basipodio, Coxopodio, Endopodio
Epipodio, Exopodio,Protopodio
Artejos"
Arrastrándole por caminos, y también por veredas, hasta llevarle a una cueva dedos dragones con mandíbulas provistas de unpalpo, y el primero, no el segundo, con un labro (labrum) que recubre su boca, donde degüellan las almas que nacieron sin estrella.
Maxilípedo III es muy feo, y sus piernas son como patas ambulacrales ; su apéndice o colgajo carece de función locomotora, como él mismo dice, aunque él está como una locomotora, como dicen las buenas y las malas lenguas. Compone libros, poniendo sus huevos en movimiento como órganos copuladores sobre las páginas.

- Pasemos de él, nos decimos. Entremos a la cueva para poder ver a nuestra gente muerta.
Mientras tanto, Trilobites, que nos ha cortado el rollo, y que se presenta ante nosotros típicamente acuático, unas veces pelágico nadador y otras, reptante, marcha sobre el fondo de la arena, antes de troncharle el cuello a una paloma, que dice es su ángel de compañía ;y nos dice :

- No temáis. Cuando yo me vaya, podéis seguir retozando.Pero, ahora, sabed que tenéis quién os defienda. Que vosotros no seréis degollados, pues nacisteis con estrella dibujada, tú, en la punta del capullo ; y, ella, en la punta de la Raja, donde el capullo goza de gloria eterna.
Trilobites marchó. Nosotros entramos en la cueva y, después de hacer lumbre para espantar a los dragones, hicimos sexo sobre huesos y calaveras de hombres y mujeres que habíandescuartizado estas dos terribles fieras.
Aquí, yo era el caballo y ella la yegua. Y me agarraba a sus dos pechos como flotadores para nadar amar sobre ella ; pareciéndome su apéndice sexual el apéndice bucal de Potamobius.

Nuestros corazones, en el Acto, podían ser alargados o cortos, con ostiolos.
Nuestra respiración era anal como la de los dragones.
Después, cenamos : yo, conejo ; y ella, un halagüeño vencejo.
Bebimos vino de una calavera. Ella, de la mía ; yo, de la de ella.
Acostados, tanto nos movíamos, que rodaron huesos y calaveras.

Los berridos que daban los dragones, mientras volvían a su cueva, nos despertaron, pues temblaba toda la tierra ; y el brío que traían doblaba la cueva y las masas de piedra más voluminosas alrededor de ella
Cuando mi Amada me dijo :

- Estetascas : que quería decir "es que te atascas", nos fuimos, volviendo a la vida parasitaria, con las consiguientes regresiones orgánicas.
Yo no supe cuál de los dragones era el macho, y cuál la hembra. Lo que sí sabía, al igual que ella, que volvimos a la Vida sin cabeza.