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De leer mi cuerpo a leer un libro y descubrir mi imaginación
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 Article publié le 21 juillet 2019.

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“Si no defendemos a los niños no amamos la vida”,

Ernesto Sábato.

 

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Leer mi cuerpo

Mi cuerpo es contenido y continente, tiene volumen, forma, masa, ocupa un espacio, también lo desocupa. Tiene un lugar que es diferente a otro y a la vez semejante, se expresa, actúa, camina, tiene un ritmo, movimiento. Parece un terreno de carne, tiene una “topografía corporal”. El espejo lo confirma con la mirada. Construye una cartografía de recuerdos y olvidos : la memoria.

Una estatua es un vacío que completa la ausencia que tiene la forma del mundo en “su” cabeza, tiene curvas, rectas, puede caminar, gatear, qué no puede. Puede contar con el sonido en su boca, puede descifrar su cuerpo, puede contar sus partes iguales y diferentes. Tiene su propia sombra. Puede jugar con ella. Tiene un tiempo propio que no es el de reloj, “es anárquico”.

Tiene su propio estilo y donaire. Mi piel es una página de vida.

Ha habitado y habita diferentes espacios para llegar al mundo terrenal. Tuvo que estar 9 meses en la barriga de su madre, luego pasar a una cuna dentro de un cuarto, después a un escritorio dentro de un aula y después de otro después que será…

Habitar el tiempo del reloj que no es su tiempo propio sino el que hace de reglamento como parte de la convivencia con la comunidad, es complicado ajustarse. A veces no queda otra. Pasar del espacio del corral al espacio del piso o patio de la casa al patio del colegio al del parque y al de peatón de la vereda o conductor de carro por la ruta de la calle con señales y que lleva a un lado. Esto es el manejo del espacio geográfico y de señales prohibidas, permitidas, aprobadas, desaprobadas, reprobadas, privatizadas, genéricas, comunes...

El niño balbucea, farfulla, pronuncia ruidos, fonemas, palabras. Qué maravilla el niño habla. Todo su cuerpo habla. Se descubre otro dentro y fuera de sí como un cuerpo encontrado, una imagen corporal adquirida. Como esquema corporal definiéndose, como un todo integrado en la experiencia del reconocimiento de saberse uno y único.

Necesario aplicar el “derecho a aprender con libertad, por medio del descubrimiento espontáneo, utilizando todos los sentidos, permitiendo fluir a la comunicación, dejando volar a la imaginación, emerger a la creatividad, crecer al interés y goce por aprender, conquistando en la vivencia la integración cuerpo-mente-entorno, facilitando en encuentro con los demás, explorando el espacio y el tiempo, investigando los sucesos y objetos del mundo cotidiano, multiplicando los sentimientos de afectos, respetando el “yo” corporal”, así lo enfatiza Regina Katz.

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Leer un libro

Leer un libro es descifrar la vida contenida en unos signos sueltos y unidos, son las letras, que se pronuncian con sonidos altos, bajos, graves. Trazos que los escribo con mayúsculas y minúsculas, pueden ser gruesos o finos, según quién los haga, pueden variar de forma, tamaño y estilo, hay letras manuscritas y de imprenta. A las letras como familia se las llama alfabeto, hay vocales y consonantes.

Cuando se las escribe se las lee con los ojos atentos y se las hace sea con la mano que uses o domines, la izquierda o la derecha, eso no importa. Para escuchar mi voz tengo dos orejas atentas. Cuando uno lee oyendo se imagina la historia, por lo general la historia dibujada no tiene movimiento, es limitada. Y yo quiero siempre más y más.

¿Qué prefieres inventar las imágenes de la historia o dibujarlas o quieres que alguien las haga por ti ? Contéstate. El, texto de la historia está hecho de palabras, es un saber que emociona, deslumbra, que carea al deseo de imaginar, de curiosear, de “conquistar” la lectura.

“Es una transmutación o una mutación irresistible, inolvidable” que queda impregnada “en esos grabados en blanco y negro, para mí sublimes, allí reposa un texto chato, inadecuado para el despliegue imaginario con el que las imágenes parlantes habrían suscitado mi deseo y mi perseverante esfuerzo de aprender a leer”, así ubica la Françoise Doltó, su experiencia con el gozo insustituible d su experiencia al leer.

Aprende a leer para comprendas la historia, saber eso que estaba en el libro, era una historia, un cuento que cobra vida y forma dentro de mi cabeza. Allí donde parece que hubiera una pantalla de cine, un escenario de teatro, una canal de tv, qué se yo, y que me permite ser directora de mis personajes apropiados, hurtados y modelados por mi yo artista que también se presta para actuar. También me convierto simultáneamente en editora, escritora, porque ya se escribir, además soy muy observadora y receptiva. No tengo pereza para la investigación, parezco un detective para recoger datos, fechas y señales. 

No me dejo enfermar por la vagancia porque tengo siempre algo qué hacer. Hasta mi ocio es productivo. Además, tengo un tornado de emociones que se expresan a veces hasta en contra de mi voluntad, qué le vamos a hacer, ese soy yo y mis invitados fantásticos que ya quieren su rol y guión. Cuando no les gusta el papel me hacen un caos de protestas en la buhardilla de la memoria.

Me enfurezco y me lleno de angustia, paciencia me sobra, pero se me agota. También cuando no puedo controlar la situación, y ellos, ya saben de quiénes les hablo, mis personajes quieren mandarme e imponerse como si fuesen yo mismo. Los tengo que poner a lugar, ya suficiente es sentirme incomprendido por los otros, “los adultos”, que me dicen lo que tengo y debo hacer.

Mis deberes y derechos los reducen a tareas obligatorias de báñate, lávate los dientes, come, haz las tareas, no veas tanto dibujos animados, no hagas bulla porque tu hermanita duerme, y no que no y no. Hasta mi profesores gritan y ordenan, niños callen, saquen cuaderno de diario, copien dictado, anoten la lección, mañana examen, más planas, silencio, amenaza de poner nota en el diario porque hago ruidos extraños, otras porque no me dejo de mi compañero. Ellos los adultos nunca piden n i dan explicaciones. ¿Qué se han creído ?

La verdad es que a veces no quisiera crecer, porque no quiero volverme un mandamás brabucón sin sentido de humor. Y eso, que a mí me gusta que me hagan preguntas, me encanta conversar, saber cosas nuevas, que me tranquilicen con respuestas a mis curiosidades, no saben cómo me calmo. Claro, que enseguida viene otra inquietud y no paro. Creo que eso les molesta a los mayores, ellos se han olvidado cuando fueron chiquitos. Me pregunto, ¿qué hacían cuando tenían mi edad ?

Doltó dice “no hay que sofocar la función imaginaria espontánea del niño, sus dotes expresivas, sus fantasías, su espontaneidad, el niño lanza hacia los demás relámpagos, destellos, fulguraciones s in cálculos, sin razón interesada, impulso que se manifiestan fuera de las regla del comercio. La sociedad de los adultos debería dejar a los niños la libertad de su lenguaje propio para la expansión de su infancia, perspectiva y proyección”.

Para mí mi cuerpo y mi imaginación es tiempo y espacio atravesados de presente donde están mis sueños, mi infancia que fue, la que no abandoné, allí, el texto o el hilo conductor de mi historia. Es un volver a las imágenes que me inventan. Es la piel de mi página no oculta ni derrotada de lo sabido y no sabido, o de lo que yo sabía que sabía y me hizo más sabido, sin hacerme la sabida…

Me reanimo, me animo, retorno y sigo. Adivina adivinador esta adivinanza que no tiene pregunta ni respuesta, qué será, qué es. ¿Mi cuerpo me escucha o yo escucho a mi cuerpo ? ¿Mi cuerpo y yo sabemos y podemos ? Y si queremos nos escuchamos, nos atendemos, nos sabemos… ¿y cuándo nos ignoramos ? Y si somos audaces cruzamos la cuerda floja, pero, antes la aseguramos para no caernos en el desequilibrio de la duda, del bloqueo, del miedo.

Sentirnos expresamente libres de ser alegres, bromistas, creativos, inventores, juguetones e inquietantes parlanchines donde la palabra sale como le da la regalada gana para darse a saber y a imaginar y suponer en el puesto del fabulador, contador. Y cuando ya no quiero saber de la palabra me acurruco o en ella y arrorró me duermo…

La Doltó me acompaña como una voz amorosamente educadora, la escucho mientras la leo, me dice, “yo preconizaba responder verídicamente a sus preguntas pero también y al mismo tiempo respetar su silogismo, sus fabulaciones, su poesía, su imprevisión”. Sigo con la sabiduría de Françoise, “lo verdadero tiene varios niveles según la experiencia adquirida, cada edad, sólo puede construirse desde el saber por su experiencia. Pero todo saber no es más que una escisión entre una pregunta a la que él parece responder y otra que busca respuesta”.

Hay que respetar en el niño su deseo de ser él mismo, dejarlo nacer en “su libertad de advenir a sí mismo, según su deseo de vivir, sin imitar el modelo de los adultos”. Hay que desmitificar que no existe el todologo ni el sabetodologo.

Sé, algo sé, no todo se, n o sé todo, sabía, sabré, sabe sin saber, sin saber sabe. Y no existe él o la que sabe todito. Todo es no todo. Pero algo se sabe o se llega al dicho sabido.

La trinchera infantil es la imaginación, el espacio para crear, el lugar donde juega y recrea sus riesgos, donde se instala un orden al caos, donde demarca límites, donde construye la experiencia propia. 

Su cuerpo limita con el riesgo y el aprendizaje, en el demarca “una identidad responsable de su cuerpo”, Doltó, me ayuda con su abordaje de apreciamientos. Al niño hay que dejarlo que sostenga su ritmo propio, el fundamento de sus pasos son su advenir entre el saber, el afecto y lo a conocerse. Lo desconocido lo envía a indagar. La dinámica de su deseo lo impulsa y sostiene a que tenga un lugar en el espacio del lenguaje, en su nombre y en su cuerpo.

La adaptación la convivencia con el tiempo del otro tiene su inicio desde las primeras relaciones primordiales en el encuentro con el placer o displacer al nacer en la dependencia con la vida desde el inicio, hasta aprender a succionar para no morir de inanición. 

El deseo de ser en el descubrimiento con el contacto de una lectura que me hacen y hago cuando se desconoce el lenguaje que nos habita en esa lengua materna que nos aborda y habla con tensión o sin tensión y siempre con una intención.

carmen váscones

19/9/2001

 

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