Retour à la RALM Revue d'Art et de Littérature, Musique - Espaces d'auteurs [Forum] [Contact e-mail]
  
La dichosa fuga
Navigation
[E-mail]
 Article publié le 31 mars 2024.

oOo

No hacía mucho que me había dormido, cuando sonaron fuertes toquidos en la puerta que daba a la calle. Encendí el foco de mano que tenía en mi buró y vi la hora. Mi reloj marcaba las tres de la mañana.

---¡Quién es y qué quiere ! ¡Más vale que sea algo muy importante !

---Disculpe la hora, lic. Soy Cicerón y vengo con el alcaide de la cárcel. Quiere reportarle una fuga.

---Sí, señor licenciado. Perdone mi atrevimiento, ---la voz del alcaide de la cárcel de Venustiano Carranza salió quebrada, casi a nivel del kikirikí de un gallo ---soy este… este.

---¿Es un punto cardinal en donde ocurrió la fuga ?---quise saber.

---¡Si, así fue licenciado, la dichosa fuga la realizaron los prófugos, saltando la barda del este. Por ese lado fue. ¿Cómo lo supo usted ?

Viendo que la plática debía formalizarse, abrí la puerta alumbrándoles hacia la cara con la lámpara.

---¡Ay nanita ! ---grité en cuanto vi la parca y su sosías.

Descubrir a don Cicerón alumbrado desde la amarillenta luz de la calle, que destacaba su escuálida figura, pues los claroscuros hacían verlo más flaco y negro, pero más devastador me resultó hallar a su lado, algo que pudiera parecer una copia de él, pero como si le hubieran exprimido la poca carne que pudiera tener ; como que el hueso se mantenía por amor al pellejo. Sí, era una especie de sosías de mi casero.

Controlada mi taquicardia los hice pasar a mi recámara oficina.

---A ver, señor alcaide, necesito que me cuente todo lo relacionado con la fuga.

La gran cantidad de reticencias casi escupidas del interrogado me hicieron sospechar que algo andaba mal.

---Creo que mejor nos vamos al lugar de los hechos.

---Discúlpeme usted, licenciado, la fuga no fue en el lugar de los hechos, fue en la cárcel.

De momento no supe qué hacer : si tirarme al piso por la risa o sermonearlo severamente en mi papel de Agente del Ministerio Público. Opté por seguirle la corriente.

---Vamos , pues, el tiempo apremia--- les señalé la puerta.

El titilantebrillo de las estrellas resaltaba en lo obscuro de la noche. El excesivo silencio se hizo muy pesado y por lo tal, notorio. ¿Por qué no hay perros ladrando desaforadamente al paso de la gente ? ¿Por qué no hay ? Eso me inquieta. El no encontrar la causa me abstrajo. Me di cuenta de nuestra llegada cuando escuché fuerte y claro el saludo del guardia.

Se abrió la reja y al cruzarla sentí algo, pero sin querer me sacudí.

---¿Tiene frío, señor licenciado ? ---cuestionó el cabo---. Como que la amenaza de lluvia refrescó algo y el sereno cala un poco.

---Más bien, como que percibo las cosas de manera instintiva.

No me pasó desapercibido el intercambio de miradas entre el cabo y el alcaide. Pasé al patio y exhorté a este último.

---Muéstreme el lugar de los ech… escapistas –por poco digo “hechos”---. Sí, Dígame por dónde se fueron.

El hombre nunca se percató de mi dislate. Me señaló con el foco el muro de la iglesia colindante, de cuyas tejas colgaban a no menos de siete metros de altura dos sogas delgadas.

---¿Y eso , qué me puede decir de ellas ?

---¿Qué son de ixtle ?

---¡No trate de hacerse el chistoso, que no lo es !

---Perdón licenciado… pero es que mis nervios me traicionan.

—Cuídese que a este paso lo pueden llevar a la cárcel..

---Pero si aquí estoy.

---Hablo de que usted pudiera, a este paso, quedar dentro de las rejas ---Entrecrucé mis dedos frente a su cara, simulando un enrejado.

---¡Gulp ! ---tragó saliva--- me da usted miedo.

---Más le vale que lo tome en serio. Bueno, volvamos a la dichosa fuga, como usted le dice. ¿De casualidad, de los que se huyeron no iba el hombre araña ?

Los ojotes del alcaide estuvieron a punto de salirse de sus órbitas, luego, los elevó como si pensara, al rascarse con la uña, la incipiente coronilla.

---Pensando, pensándolo bien no, no iba. ¿Por qué ?

—Porque solamente alguien como el hombre araña podría treparse por esa pared y eran cuatro los que se escaparon. ¿Esa declaración va usted a firmar mañana en la Agencia ? ¿A las diez ?

Me di la vuelta en un giro cantinflesco y salí a la calle como partiendo plaza.

El camino de regreso al hotel de don Cicerón fue muy divertido con la pura remembranza de las explicaciones del famoso alcaide.

Me pareció muy curioso al despertarme constatar que dormí de corrido como un bendito. Fui al baño a asearme y me dirigí al comedor donde me encontré a don Cicerón saboreando un rico café de doña Carnita.

---¿Me permite ?

--- No faltaba más, bienvenido.

En lo que me senté, apareció doña Carmita.

---Licenciado, buenos días, tenemos la carnita adobada, ¿Va a tomar café, negro, verdad ?

En lo que Carmita se fue a la cocina don Cicerón me abordó directamente.

---¿Verdad que se sintió muy incómodo al no escuchar el ladrido de los perros ?

---Si, me produjo inquietud.

---¿Y cómo se comportó el alcaide ?

---Muy extraño, inseguro, mentiroso y hecho un costal de nervios.

---Lo que le voy a contar no es oficial, pero sí de buena fuente y estoy seguro porque lo conozco como una persona justa, que no va a perjudicar al alcaide. Es un hombre honesto que no se mete en problemas.

---¿ Lo que me va a platicar tiene que ver con el hecho de que los perros no ladraron ?

Se le iluminaron los ojos.

---Por lo que veo, ya lo sabe o intuye : ---anoche llegó a la cárcel un contingente de unos quince jinetes, armados hasta los dientes, comandados por usted ya sabe quién.

---¿Quién ?

---Ya sabe quién, no me vacile. Don ese ---hizo un gesto con el puño, señalando con el pulgar. Por fin, bajó la voz a nivel de susurro : ---don Carmain.

---¿Y ?

---Lo cuento como me lo contaron : bajó del caballo y cuatro de sus achichincles lo imitaron. Acercándose a la reja , preguntó al alcaide :

“---¿Podemos pasar, hijito ?

---Sí señor don Carmaincine. Esta es su casa.

El aludido soltó una gran carcajada que corearon sus esbirros. En ese ínterin le abrieron y penetró con sus acompañantes al patio. Los reclusos muy disciplinados se formaron en dos filas. El cacique se paró frente a ellos.

“—Hijitos míos –dijo-me voy a llevar a cuatro de ustedes--- y los señaló— : usted, usted, usted y usted. Hubo uno que otro alborotado queriendo exigir ; pero don Carmain los frenó y se aquietaron.

“---¿Y yo qué voy a hacer cuando me interrogue el licenciado ?--- para no variar, de aquel chorro de voz del alcaide, como dice la socorrida canción de Chava Flores, nada más quedó un chisguete.

“---Le dices la absoluta verdad, con puntos y comas.

“---Pero no me va a creer.

“---Si le vas a contar mentiras, las va a pescar al vuelo. Es chaparrito, pero no pendejo.

“---No me va a creer.

Al subir a su caballo y arrancar, alejándose, gritó :

“—Sólo la verdaaad…

Carmita apareció justamente como en una escena de teatro estudiada.

---Disculpe licenciado, si los interrumpí, pero se les va a enfriar su desayuno.

---Al contrario doña Carmita--- muy al punto se retiró.

—Ahora quiero entender el comportamiento de los perros y del alcaide, mi lic.

---Así es don Cicerón. Ya puede decirle a su amigo alcaide que no me voy a reír de él…

---Con su permiso, Lic, pero lo dijo don ese ---hizo el gesto del puño--- usted es chaparrito, pero no pendejo.

Nuestra carcajada fue trepidatoria.

 

Un commentaire, une critique...?
modération a priori

Ce forum est modéré a priori : votre contribution n’apparaîtra qu’après avoir été validée par un administrateur du site.

Qui êtes-vous ?
Votre message

Pour créer des paragraphes, laissez simplement des lignes vides. Servez-vous de la barre d'outils ci-dessous pour la mise en forme.

Ajouter un document

Retour à la RALM Revue d'Art et de Littérature, Musique - Espaces d'auteurs [Contact e-mail]
2004/2024 Revue d'art et de littérature, musique

publiée par Patrick Cintas - pcintas@ral-m.com - 06 62 37 88 76

Copyrights: - Le site: © Patrick CINTAS (webmaster). - Textes, images, musiques: © Les auteurs

 

- Dépôt légal: ISSN 2274-0457 -

- Hébergement: infomaniak.ch -